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Channel: Galpón Chang de jóvenes poetas
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Las vacaciones de Elio

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Corina Freyre



Sexo a la carta, del duro, del suave, del sado-masoquista, del fetichista, cómo lo quiera, cuándo lo quiera. Rubias, morenas, gordas, flacas, raquíticas, tetas, culos, sólo dígalo. Sí lo que quiere es un pase, tiene a su disposición una bandeja lista, con las líneas hechas, puede darse uno o dos o los que le apetezcan. Comer y beber más allá de la saciedad. Todo es exceso y eso, es lo que muchos quisieran todo el tiempo: vivir en exceso, no esa vida aburrida llena de limitaciones, llena de una realidad persecutoria, con un yo que no huye pero lo intenta, y ya se sabe que todo intento lleva implícito un fracaso, con la amenaza latente de un celador dispuesto a castigar cualquier error, cualquier exceso. Pero aquí no hay celador, no hay yo, no hay persecución. Hay excesos, hay vida, hay libertad y libertinaje, hay muerte. Elio se desgarra, llora, se suicida, se consume y se hace cenizas, renace ave Fénix y vuelve otra vez. Aquí hay libertad hasta para sufrir. Aquí no hay orden porque aquí se viene a descansar del orden, de la planificación, de las rutinas y todo eso se ha quedado afuera junto con el yo y la realidad.

La realidad siempre es persecutoria, su presa es un yo que pisa el acelerador para no ser alcanzado. Su yo vive perseguido, a 150 millas por hora y contando. Él necesita unas vacaciones, unas en las que no exista el acelerador ni el persecutor. Él necesita dejarse en algún lado y respirar con calma, sin taquicardia, sin taquipsiquia, sin perro que ladre aunque no muerda. Algún lugar tiene que existir donde a su yo no se le permita la entrada, donde la realidad pueda estar sin perseguirlo. Elio tiene que ir a ese lugar, lo tiene que encontrar, es casi una necesidad, una que lo atormenta como el hambre al hambriento. No pensó que sería fácil pero tenía que intentarlo, así que un día se levantó temprano, se bañó, se afeitó la barba, se perfumó, se entalcó y salió de su casa. En la parada de autobús se sentó y esperó. Y esperó. Y esperó más todavía porque todo lo bueno se hace esperar y él lo sabe, no está seguro que sea por ahí por donde pase el autobús que necesita. Casi falla, casi se levanta y se va porque su yo es impaciente y ya no quiere esperar más: la realidad acecha. Su yo que lo jala por un lado y por el otro, el autobús que finalmente llega. El yo suspira y afloja, Elio se levanta y se deja en la parada. Se fue y al montarse en el autobús se dio cuenta que esa sí era la parada, no se equivocó, este sí es el autobús. En realidad, para donde él quiere ir, cualquiera hubiera servido, porque el lugar a donde va es como Roma y todos los caminos conducen a él, todas las rutas de autobús conducen al mismo lugar, la cosa es no bajarse hasta que ya no haya más adonde ir y cuando ya no haya más adonde ir se habrá llegado. La gente lo sabe, todos quieren ir, quieren llegar pero luego se acobardan, se bajan antes y nunca llegan. Él no, no se va a bajar, va a llegar hasta el final. Llegará.

El autobús avanza, su yo nota el abandono y corre detrás, la realidad corre tras él, persigue pero no llega y no llega nunca porque su función es perseguir y no alcanzar, para alcanzar están las consecuencias. Y el autobús va avanzando y Elio observa el camino, el paisaje que mira a través de la ventana que parece cambiar a cada instante, ese paisaje que intenta mirarlo de vuelta. No es un camino largo, él pensaba que lo era pero no lo es, porque esta Roma está más cerca de lo que cree, de lo que todo el mundo cree, eso es lo que le asusta a mucha gente, no saben realmente dónde está y lo que no se sabe siempre asusta, a lo desconocido siempre se le teme. 

Ya en las afueras de la ciudad, el camino se convierte en bajada empinada, de esas que causan vértigo, el autobús va en picada y el chofer no pisa el freno, deja que el autobús corra hasta llegar abajo como quien deja el agua correr, hasta llegar al fondo porque el camino hacia el fondo siempre es precipicio y no hay freno que valga. Allá abajo, al final, está el lugar, esta esa Roma, el país de las maravillas que espera por su Alicia. El autobús se detiene abruptamente, Elio golpea la cabeza contra el vidrio, un pequeño hilo de sangre corre por su frente, bate la cabeza como sacudiéndose el aturdimiento del golpe, del viaje y de la llegada. Las puertas se abren, Elio se baja del autobús, ahí viene su yo y tras él, la realidad. Lo que pasa es que su yo no puede ir en picada como lo hizo el autobús y la realidad simplemente no quiere. Lo que pasa es que todo es un juego y las reglas del juego se respetan. Alguien le hace señas desde la puerta  para que se apure, Elio no puede ver bien, ve borroso pero distingue una silueta y una parte de esta que se mueve y lo llama; tiene que correr para entrar antes de que sus perseguidores le alcancen; ambos deben quedarse afuera si él quiere entrar, como a los padres no se les permite entrar en un plan vacacional para niños, en este, que es para adultos, es el yo y la realidad los que deben quedarse afuera. Elio corre, mientras lo hace su corazón se acelera, es emocionante correr sabiendo que se lleva ventaja, sabiendo que el que va a perder es otro, en su cabeza agradece que entre el autobús y la puerta hayan sólo unos pocos metros que recorre rápido y pasa el umbral. Su vista se compone, la silueta era una mujer. La chica cierra la puerta tras él, Elio la mira de arriba a abajo devorándola con los ojos y ella sonríe. Una enorme reja ahora separa a Elio de sus perseguidores, no puede creer que lo ha logrado, desvía la vista del cuerpo de la mujer para verlos, los mira desde este lado y les saca la lengua, primero a su yo que lo ve con ojos de cordero degollado y luego a la realidad que tiene cara de lobo hambriento, hambriento porque ese yo no le sirve, porque alcanzar a un yo vacío y perdido no tiene ningún sentido. Elio les hace muecas y disfruta su sadismo. Han empezado las vacaciones. La chica lo bautiza con un gran beso de lengua. Definitivamente sí, han comenzado las vacaciones.

Es como un sueño pero no es un sueño; es de verdad, sólo que es una verdad que no puede compartir con nadie. No puede compartirlo porque su yo es el que comparte con otros y su yo no está aquí, no está porque tuvo que sacrificarlo para poder entrar, fue el precio que tuvo que pagar, uno que no parece tan alto si se considera todo esto que ahora él experimenta. Elio casi pensaría que no tiene precio pero sí lo tiene, todo tiene un precio y generalmente es demasiado alto, y su yo no es lo único que está incluido. Elio se ha endeudado sin saberlo pero igual tendrá que pagar. La cuenta nunca tarda demasiado en llegar y mientras llega, él está entregado, frenético y no se detiene, este plan vacacional sí que le ha dejado ser. Todo pudiera ser un gran delirio si no fuera porque, para que haya un delirio debe haber una realidad y aquí no hay ninguna.

Los días pasan y mientras pasan el yo se ha organizado, ha armado campamento, los paparazzi hacen aparición y acampan, y esperan cámara en mano para documentar cualquier cosa que puedan vender, en el mundo todo se vende, siempre hay quien compre, todo tiene precio y la vida ajena es la que mejor paga.

Elio cree que puede quedarse aquí indefinidamente pero el tiempo también tiene sus trucos y es el jefe de todo y de todos. Si existe un dios se llama tiempo y contra él no puede nada ni nadie. Y el tiempo suele ser traidor y el que es traidor traiciona y aquí no va a haber una excepción. El tiempo lo va a traicionar y un día abrirá la reja, el yo entrará corriendo, los paparazzi lo aturdirán con sus flashes, la realidad lo acechará con su jauría de lobos, porque ya no es uno sólo, el tiempo también hizo que la realidad buscara apoyo, que encontrara a otros dispuestos a asistirlo. Todo quedará arruinado. Se habrá acabado el plan vacacional, porque en esto el tiempo es un maestro estricto, estrictísimo y con su regla gigante golpea con fuerza y todo se acaba porque él lo dice y lo dispone así; definitivamente dios tiene que llamarse tiempo. Elio no quiere pero el tiempo pega duro y él se quiebra, más rápido que lento porque la libertad tiene la facultad de dejarlo a uno cansado. Se quiebra y hasta ahí llegaron sus vacaciones, su yo le cae encima, las cámaras hacen su trabajo y su vida se vende, todos hablarán de él. La realidad ocupa su puesto y él vuelve a apretar el acelerador.

Pero nunca nada volverá a ser como antes. Este es un plan vacacional que le cambia a uno la vida. Después de aquí, la jauría de lobos nunca dejará de acecharlo, asegurándose de que no vuelva a perderse, de que no se vaya de vacaciones más nunca, porque huir de la realidad es un trabajo de tiempo completo que no admite vacaciones ni fines de semana, es un trabajo de todos los días a todas las horas; las fotos de los paparazzi rodarán por el mundo, ganarán una pequeña fortuna y nunca serán olvidadas las imágenes grotescas de un Elio que una vez fue, que otra vez se fue y al que al final fue arrastrado, obligado a regresar. Elio no sabía que el futuro formaba parte del paquete de pago, el yo era sólo los intereses, el futuro es lo que realmente importa y es el verdadero precio que tendrá que pagar.

Aún así nadie le quita lo bailao', después de todo, la locura es un buen sitio para tomarse unas vacaciones y eso, nadie puede saberlo mejor que él. Su carne está marcada y no puede esconderlo.


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