"Lo que importaba era una actitud, más que una influencia".
Marcel Duchamp
“Me he acostumbrado a vivir en el mundo de la ficción”.
Marcel Broodthaers
“En el año de 1843, los reclutas destinados
Hola e. Esto es un poco extraño,
al regimiento de Infantería número 46,
pero últimamente he tenido el mismo sueño,
con guarnición en París, podían
contigo en él, tres veces.
encontrar cada, semana, al atravesar el
Estoy sentado contigo en un café, cerca de
patio del cuartel de Luis Felipe, a un
una gran ventana... parados fuera en la
profesor poco corriente. Según un testigo
acera están D.H., K.K., B.C., P.R., P.T. y
ocular - uno de nuestros parientes,
un montón de sujetos así, riéndose y
suboficial por entonces y que seguía
haciendo tonterías... tú me dijiste,
asiduamente sus lecciones-, era un
“Stephen, presta atención”... “Estoy,
hombre todavía joven, pero de aspecto
estoy”, te digo yo... Tú me pides que me quite
descuidado, con largos cabellos que
el sombrero “¿qué ves adentro?”, y yo respondo
caían en rizos por sus hombros, y cuya
que “nada” y tú dices “exacto, ahí tienes
fisonomía, muy expresiva, llevaba la
todo lo que hace falta, deja de
impronta de una notable inteligencia.
preocuparte por tonterías”. Entonces
Por la noche, enseñaba a los militares
noto en la pared una pintura de
que lo deseaban Historia de Francia,
una torre y un árbol partidos
mediante una pequeña retribución, y
por un rayo, con las palabras
empleaba un método que afirmaba era
‘Mad Sea Son’ escritas sobre ella
conocido desde la más remota antigüedad.
Cuando volteo, todo el mundo
En realidad, ese curso, tan seductor para
excepto yo se ha ido
quienes asistían a él, estaba basado en la
del sueño.
cábala fonética tradicional”.
Dr. Stephen A. Baker
Fulcanelli
Enrique Enriquez, Nueva York, 2014.
NOTA:
La idea era hilvanar la memoria de quienes nos incitan a volvernos imaginarios.
Queríamos conectar Luz Negra, esa trastienda de Arcano 17 donde André Bretón habla de un sujeto alucinado por Jacques Halpern frente a la Torre de Saint-Jacques, con las Moradas Filosofales de Fulcanelli, específicamente ese momento donde el alquimista imaginario nos habla de un profesor sin nombre. Queríamos trazar esa línea invocando a aquellos que nos guiaron al exilio del calambur, ese inframundo de las palabras donde el lenguaje va a volverse inútil y en la búsqueda de signos se abandonan las pesquisas literarias. (Esa forma de magia inconspicua sació el deseo de misterio que habíamos sentido toda la vida).
A tal efecto habíamos comenzado a escribir algo que sonaba más o menos así:
“Gerad de Nerval escribió: “Quiero ordenar mi vida como si fuese una novela, incluso si yo soy su único lector”.
Pensar en de Nerval paseando una langosta por las calles de París produce una felicidad aspiracional. El suyo fue un gesto ‘abracadabrante’, palabra que descubrimos en las memorias del Duque de Rocanegras, quien a fuerza de imaginarse a sí mismo se convirtió en la alucinación de otros. Sólo el excéntrico puede ver el círculo. Hugo Ball propuso redescubrir la "alquimia de la palabra" incluso si ello implicaba deshacernos del lenguaje. Max Jacob encarnó lo dicho por Gary Snider: para ser poeta hay que saber “al menos un tipo de magia tradicional: adivinación, astrología, el Libro de los Cambios, el tarot...”. Se acusa a Jacob de haberle inoculado sus supersticiones a Pablo Picasso, de quien solo nos interesa un revólver que originalmente perteneció a Alfred Jarry. Jarry punctuaba sus desmanes con “N'est-ce pas beau comme la litérature?”. Fue André Bretónquien dijo que, con Jarry, “la diferencia por tanto tiempo considerada indispensable entre el arte y la vida fue impugnada, para ser aniquilada como principio”.
Claude-Sosthène Grasset d’Orcet quiso ver en el prólogo de ‘Gargantúa y Pantagruel’ un guiño de François Rabelais a quienes entendían el lenguaje de los pájaros, esa "cábala fonética" que René Guenón bautizó como la “ciencia del ritmo”. Jean-Pierre Brisset creía que “la espada de fuego que guarda el camino hacia el árbol de la vida se llama calambur”. Raymond Roussel buscaba en el calambur“creaciones imprevistas producto de la combinación fonética”. Roussel, rou sell, roue-selle... la rueda sobre la banqueta con que Marcel Duchamp intentó un acto de alquimia o mistificación poética: liberarnos del arte.
Marcel Broodthaers llevaba siempre en el bolsillo la copia de ‘Un Coup de Dés Jamais N'Abolira Le Hasard’ que René Magritte le regaló el día que se conocieron. Broodthaers creía que el arte contemporáneo había comenzado con ese poema de Mallarmé, quien inspirió a Vito Acconci a escribir “READ THIS WORD THEN READ THIS WORD READ THIS WORD NEXT READ THIS WORD NOW...” y sus palabras se transformaron en acciones. bpNichol confiaba en que el poeta era siempre poeta “sin importar dónde se mueve o en qué campo decide trabajar... ...sus creaciones pueden verse siempre como poemas”. Aleghiero Boetti contaba las letras de cada palabra que oía, buscando cuadrados mágicos. Jacques Roubaudusaba el tiempo que le tomaba leer cierto soneto de Shakerspeare para calcular el punto exacto de cocción de un huevo. Yves Klein sabía que el fuego azul se obtiene quemando oro. Por eso predijo que “el pintor del futuro será un poeta mudo”...”
Era nuestra más firme intención continuar esa línea de pensamiento, pero escribimos para dar tiempo a que una casualidad nos alcance y en el transcurso de este texto nos alcanzaron dos: caminando por la calle tropezamos con una langosta muerta sobre la nieve. (“Imposible”, dijo nuestra esposa. "Abracadabrante", le contestamos). A los pocos días recibimos un correo del doctor Stephen A. Baker, psicólogo, refiriéndonos su sueño. Entendimos que el doctor Baker era Jacques Halpner, y también Fulcanelli.
El sueño del doctor Baker, transcrito tal como nos lo relató, fue dividido en 22 líneas teniendo cuidado que la torre correspondiese al número dieciséis.