Por Isabella Saturno
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Perdónenme ustedes que estoy atendiendo aquí a Sebastián, este niño que vino a traerme unos papeles de su mamá y de una hermana. Perdón. Buenas tardes al pueblo, buenas tardes señor Gobernador, señor Vicepresidente… Yo les voy a contar algo. No te vayas. Epa. Déjame al niño, ¿por qué te lo vas a llevar? No, ajá, ¿qué grado estás estudiando? Segundo grado. ¿Qué escuela es la tuya, dónde? San Patricio de los Timbres en Cachachito. Y él me trae una cartita hecha por la mamá que se llama Gloria, ¿no? Gloria que se le inundó la casa, tiene tres niños pequeños y nos está pidiendo ayuda. La Ministra está por ahí, ¿verdad? Y una hermana llamada Disney, ¿no? Disney que también vive alquilada hace más de diez años, tiene tres hijos. Ministra, anda con la Ministra, sí, chócala pues, ¿estás jugando pelota ya? Estos son los pobres de esta tierra, para ellos mi corazón y mi primer compromiso, mi más grande compromiso son los pobres de esta tierra. Bolívar se dio cuenta de eso y aquí lo dijo con mucha claridad. Ahí en ese salón donde se reunió un día como hoy hace años el Congreso Constituyente de Angostura. ¡Viva Bolivar! La igualdad, la igualdad, la igualdad. ¡Viva Bolívar! Gritó alguien por allá. Fíjense ustedes qué curioso, casi ningún burgués hoy se atreve ni siquiera a pronunciar el sacrosanto nombre de Simón Bolívar, porque les da como piquiña. Les sale como una llaga si hablan de Bolívar. No se atreven ni a nombrarlo y, si lo nombraran por alguna razón, hacen como en el llano cuando nombramos al demonio y nos santiguamos, o cuando uno va a cruzar el paso del viento al sur del Arauca que y que sale un muerto de noche, ¡ay! Esas noches de lluvia, esas noches sin luna… Uno pasa por ahí, miren, haciéndose la señal de la cruz y sin voltear para los lados, mirando derechito. Así hacen los burgueses hoy si hablan de Bolívar, se santiguan, si es que lo nombran. Porque ustedes, nosotros, tenemos muchos años oyendo el discurso burgués y ¡cuidado! Cuidado con ese cuentico burgués. Juan Vicente Gómez, por ejemplo. Gómez no fue sino un cachorro del imperio y un títere de la burguesía nacional y no es cierto que Gómez no sabía leer, no, Juan Vicente Gómez sabía leer, no era un letrado pero sabía leer y leía sobre todo los discursos que le preparaban los asesores burgueses, y en alguna ocasión Juan Vicente Gómez dijo: no, ahora aquí no hay liberales ni conservadores, todos somos ciudadanos de este pueblo. ¡Ay, cuidado con ese discurso de la burguesía! El cuento que voy a echarles viene por esos tiros. Te da miedo burguesía hablar claro, quieres parecerte a mí, burguesía, y qué mal te queda. Como decía Le Pen, ¿tú hablas francés? No. Hay que enseñarte francés, la lengua más bonita que dicen que es del amor: je t’aime. Pero bueno, Le Pen decía así: soy en lo social progresista y socialista, en lo económico soy de derecha y capitalista, y en lo político absolutamente nacionalista francés... con ese discursito logró engatusar y marear a algunos sectores y recuerdo que puso en jaque al amigo nuestro, Chirac. Es decir, en lo social soy socialista, en lo económico capitalista y en lo político nacionalista francés. ¡Vaya! Ese es como el monstruo del cuento de las cavernas. Un Frankenstein se queda corto pues, el señor Frankenstein. Un fascista, Le Pen. Otro cuentico burgués: la burguesía dice que todos nacimos en el mismo lugar, eso es cierto, pero no dice que todos somos iguales. Burguesía, ahora sí los invisibles existen, burguesía. Ahora sí las hordas rojas tienen algún valor para ti, burguesía, ahora sí los niches, los vagos y maleantes, los hediondos, los tierrúos, ahora sí tienen valor para ti burguesía, no seas hipócrita burguesía, no seas soberanamente hipócrita burguesía apátrida. Te cuento, ¿cómo serían si fueran gobierno otra vez? Por eso es que señores, más nunca volverán a ser gobierno en este país, más nunca, no tienen moral, no tienen cómo ser gobierno. Pero bueno, problemas hay aquí para disfrutar todos los días buscando soluciones y atendiendo las necesidades de un pueblo. Sobre todo a los que fueron excluidos durante tanto tiempo. Así que yo no ando muy dedicado a estar pendiente de lo que hace la oposición. Yo creo que la burguesía en verdad debería, pero de verdad, unírsenos. Yo los invito. Pero no para montarse una máscara ni para echar cuenticos; no, no, de verdad-verdad. Porque yo, con este cuento, en este país, garantizo la estabilidad, la paz; ahora, mañana y para siempre. Pero está bien, quemaron un autobús, golpearon a unos jóvenes que protestaban tranquilos y ahora le van a mandar al Tribunal Supremo unos informes que ni ellos redactaron. Está bien, es una falta de respeto, ¿no? Porque han podido responder de otra manera, con elegancia; han podido responder con altura, han podido contar la historia de distinta forma, con respeto. Como yo. Pero no, patearon todo, mancharon el país, pues. Hasta se fueron a jalar mecate en Panamá. Panamá, Panamá, Panamá, un saludo al pueblo panameño. Un saludo a Rubén Blades también, ¿cómo es que dice? Por la esquina del viejo barrio lo vi pasar, con el tumbao que tienen los guapos al caminar, las manos siempre en los bolsillos de su gabán pa’ que no sepan en cual de ellas lleva el puñal. Ajá. Y yo lo que hago es un llamado a la seriedad. Tengo moral para hacerlo, para llamar al respeto. Yo les voy a contar algo: hay que recordar cómo estaba este país hace veinte años atrás, una inestabilidad terrible, una pobreza infinita, una miseria sin límites y ahora entonces la burguesía quiere enmascararse y decir que no, que es una burguesía progresista. Súmense pa’ acá pues, súmense a nosotros, los de este cuento bolivariano. Ojo, yo no ando en campaña, ando haciendo reflexiones sobre los eventos políticos, y bueno, de vez en cuando echo un cuento y respondo las ráfagas permanentes que sobre mí caen a diario por prensa escrita, por radio, por televisión. Pero como dijo Marciano, al fin y al cabo aquí lo que hay son dos opciones: la opción yanqui, que es la misma opción burguesa, capitalista retrógrada; y la opción que yo encarno: que es la opción del pueblo en este cuento de Angostura.
¡Los que quieran Patria, vengan conmigo!
¡Iremos con Bolívar!