Aaron León Espinoza
Buenas tardes doctor, Chase, qué placer verlo, volver a verlo, bien, sólo por esta vez no haremos nuestra charla tan amena como en todas las sesiones anteriores, doctor Chase, se lo diré de inmediato, permítame recostarme en el diván, mi querido diván, lo siguiente es una decisión irrevocable, doctor, déjeme explicarle, le adelanto, me iré al campamento, pero no tanto por ellos, aunque igual ellos cuentan, es sólo para estar más cerca de ellas, sí, ellas, las luminosas, son mi única razón, a cada segundo las anhelo, ¿me sigue, doctor Chase?, le explicaré mejor: yo estoy muy halagado pero a la vez muy aburrido de ser toda la vida el mejor en matemáticas, física, biología, cálculo, historia, literatura, deportes varios, estadística, metodología, filosofía y ciencias aplicadas, estoy harto de mis postgrados, maestrías, phds, doctorados y otras disciplinas y especializaciones que no vienen al caso, harto ya de cargar con la responsabilidad de ser esa pieza clave en todo grupo estudiantil, toda escuela, liceo y universidad, en toda conferencia, foro y evento, en mi empresa, en mi comunidad, en mi familia, como hermano mayor, como padre y esposo y como ejemplo ejemplarizante de todo lo ejemplar. Por fin ha llegado el día, hoy, acá, recostado de este diván, su diván, doctor Chase, el mismo que ha tomado la forma amable y anatómica y adaptable de mi alma atribulada, desvalida y extenuada, que ha sabido ser repositorio de todas mis confesiones, frustraciones y angustias asfixiantes durante estos 7 años de intensas faenas y rutinas esclavizantes, donde ni unas pocas horas de alivio tengo, salvo las siempre interrumpidas del almuerzo, o apenas las de algún domingo, donde incluso el breve descanso se ve truncado por el llamado de mis administradores, mis abogados, mis secretarias y el gerente general de mis dos bancos, quienes no terminan de resolver insignificantes conflictos, o por los requerimientos de mi hijo menor, siempre deseoso de que volvamos a ver juntos la película animada del carrito rojo, lo cual no es problema, doctor Chase, yo amo cada segundo que paso junto a él, pero es la misma película, doctor, los mismos personajes, las mismas escenas, las mismas forzadas y falseadas sonrisas, y a la vez los mismos sinsabores y problemas, los mismos parajes, las mismas calles, el mismo e insalubre aire que despiden esos tubitos de escape que contaminan el aire, mi aire doctor, Chase… mi aire siempre invadido por esos rostros volátiles y de sonrisas con caras de metal cortante que hieren las sutilezas de mis buenos días, de mis buenas tardes y de mis más sinceras y cálidas ganas de hacer agradables esos momentos cotidianos de trabajo, de los ascensores, de los restaurante y de las tiendas. Quisiera, de verdad quisiera que alguien me lance la más radiante y enceguecedora de las sonrisas, que purifique al menos, aunque sea por ese luminoso segundo el oxígeno pervertido de tanta mala cara que flota en él y que yo lo aspiro como tarea obligada de rebelde colegial, tanta mala cara como agua turbia congelada, tanta mala cara que entumece mi mandíbula y me impide gritar con las más exasperadas ansias que mi único y ferviente deseo es irme a vivir al campamento. Esa es mi decisión irrevocable, doctor Chase, hoy he decidido, sin más, irme a ese campamento donde de niño pude ver el destello de las más variadas y multicolores sonrisas que se forman gracias a esos surrealistas y a la vez palpables y gráciles seres que pululaban entre nosotros, quiero engendrar esos rayos, esos cohetes, esos alegres meteoritos fisonómicos que se coronan en toda las bocas que a ese campamento acuden y acudirán en cada vacación. Renuncio, definitivamente, a ser el gran líder patriarcal, el imbatible e inexpugnable ceo corporativo, el gélido, estereotipado, esnobista y nunca bien ponderado hombre de mundo y de éxito, me voy con ellos, con los cálidos, con esos simpáticos, diminutos y siempre bien sonreídos, y les animaré la fiesta de un solo pincelazo. Me voy con ellos, y voy por ellas, por las sonrisas. Good bye, doctor Chase, volveré al campamento, porque ahora lo único que deseo ser es UN PINTACARITAS.