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Enrique Enriquez y la poética del tarot

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Alain Jacobs
 



Aux cieux désirant qu'un soleil,
Chauffe et nourrisse faune et flore,
J'élève astre nouveau vermeil,
(Aimez-vous le "Marseille-Lore")?

Son éclat doux et silencieux,
Est une force adamantine,
Qui rend sourire aux malheureux,
Et nous épargne la sentine,

Suivez l'étrange amusement,
D'un fou au pays des chimères,
Ôtez à vos yeux tout mystère:
Découvrez un Tarot Vivant!



Enrique Enriquez vive en Nueva York y ha revolucionado las costumbres de la tarot-esfera con su talento. Sus conversaciones, ahora compiladas y publicadas (volumen I, volumen II), hicieron posible que yo me plantease comenzar las mías. Fuente de inspiración desde todo punto de vista, él me confirma con su ingenio poético mi nivel como buscador de conocimiento, sin perder jamás el sentido del humor. Constaten, como yo, el modo en que él transforma mis “preguntas-barro” en “respuestas-loto”.


ALAIN JACOBS: ¿Cómo puedo presentarte al público francés?, ¿poeta, tarólogo, adivino, mago...?

ENRIQUE ENRIQUEZ: El Ser es una obra de ficción. Ahora que dejé de leer el tarot para otros estoy por hacerme nuevas tarjetas de presentación. Las tarjetas personales son objetos mágicos que operan bajo la premisa de la magia por contacto. Pienso dejar las tarjetas en blanco: no tendrán ni nombre ni número de teléfono ni título ni nada. Sólo voy a susurrar mi nombre sobre el papel. Mi esperanza es hacerme visible pero ausente.


ALAIN JACOBS: ¿Puedo hacerte una pregunta similar a la que le hiciste a Jean-Claude Flornoy: recuerdas la primera vez que viste los tarots?

ENRIQUE ENRIQUEZ: Me encantaría poder predecir el pasado e inventarte un cuento mejor que este: la primera vez que vi tarots los vi en un libro sobre la historia de la imprenta. No hay nada de extraordinario en ese cuento.

No tuve ninguna revelación cuando los vi. Lo que es clave es la posibilidad de regresar a esas imágenes una y otra vez a lo largo de los años. Esas imágenes se convirtieron en tierra firme. Nuestra cultura ya no hace imágenes como esas porque ahora cada artista crea la imagen que le provoca ese día. Nos hemos convertido en una cultura que genera imágenes desechables.

Recuerdo con afecto ese momento de mi vida, tenía 17 o 18 años. Estaba estudiando Diseño Gráfico. Ese es el momento en el que encontré la mayoría de las imágenes que me hicieron quien soy. En ese entonces los únicos lugares que vendían tarots, en Caracas, eran las botánicas, las tiendas que venden materiales para Santería. Esos lugares me fascinaban por razones puramente estéticas. Junto a colas de cachicamo, pequeñas herramientas de hierro fundido, o baños mágicos con empaques coloridos y crudos, esos lugares vendían la baraja española para echar la fortuna, y el tarot de Marsella.


ALAIN JACOBS: Siempre has usado el tarot de "Marsella" o empezaste como todo el mundo con el famoso Rider-Waite?

ENRIQUE ENRIQUEZ: Uno puede mirar muchas cosas de pasada y mantenerse excitado de estímulo en estímulo, o uno puede girar muchas veces al rededor de la misma cosa. Nunca se gira en círculos, sino en espiral, de modo que el mismo ángulo nunca es el mismo ángulo, aunque los contornos nos parezcan familiares.

Todo el mundo puede hacer lo que todo el mundo hace con cualquier tipo de tarot. Yo solo puedo hacer lo que yo hago con el tarot de Marsella.


ALAIN JACOBS: Parecería que eres un absoluto extraño, y un soplo de aire fresca, en el mundo del tarot. Aquellos que hacen comentarios sobre ti... ¿los entiendes? ¿Se puede ir más allá con ellos?

ENRIQUE ENRIQUEZ: Quizás soy como el tarot de Jean Dodal: F·P·LE·TRANGE·  No se puede ser uno mismo sin los otros.


ALAIN JACOBS: ¿Tú evocas la poesía del tarot?

ENRIQUE ENRIQUEZ: Antes de trabajar con los tarots nunca me interesó la poesía. Es posible que aún no me interese. No soporto los poemas sentimentales ni a los poetas que me quieren mandar un mensaje a través de sus poemas. Para mi la poesía es un potencial inherente al lenguaje, la poesía es el lenguaje en acción. En inglés “poetry” y “pottery” (cerámica) se parecen mucho, porque el lenguaje es un material sumamente maleable. Puede ser totalmente plano o puede ser profundo. Puede ser opaco, refractario o transparente. Puede convertirse en formas que uno reconoce, sino uno habla el lenguaje, o en formas extrañas, si uno no lo habla.

En cierto momento todo el que mira al tarot de Marsella descubre que los nombres de las cartas son juegos de palabras. Casi todo el mundo acepta esos juegos de palabras como una especie de folclore y lo deja de ese tamaño. Yo decidí tomar esos juegos de palabra como una invitación a explorar la conexión entre el tarot y la poesía. Gracias a eso aprendí que pertenecen a una tradición literaria francesa muy longeva, que se puede encontrar en los trovadores provenzales y que está aún viva. De René Marot al grupo OuLiPo tenemos infinidad de gente jugando con las ambigüedades del lenguaje en un modo similar al sugerido por los tarots. Me interesan particularmente unos pocos autores que vivieron en el pase del siglo 19 al siglo 20: Claude Sosthene Grasset d'Orcet, Jean-Pierre Brisset, Alfred Jarry, Raymond Roussel, René Guénon, y Fulcanelli. Todos esos autores entendieron que los juegos de palabras (calembures, anagramas, palíndromos, rebuses, etc.) son una manera de acceder al potencial que tiene el lenguaje de llevarnos más allá de nuestras decisiones conscientes. Me interesa especialmente que la mitad de esos autores eran escritores, y la otra mitad esotericistas. Guénon y Fulcanelli se referían a estos procesos como el “lenguaje de los pájaros”. Fulcanelli también los llamaba la “Cabala Fonética”, no porque tuviesen nada que ver con la Kabbalah hebrea, sino porque él escuchaba “caballo” en “Cabala”, lo que lo llevó a pensar que cada palabra podía ser un caballo de Troya. ¿No es una belleza de idea? Me interesan los juegos de palabra como una práctica contemplativa, lo que implica que estoy buscando la función oracular del lenguaje.


ALAIN JACOBS: ¿Cómo puede la poesía ayudar a leer el tarot?

ENRIQUE ENRIQUEZ: Pronto te das cuenta que las imágenes del tarot de Marsella se pueden activar de la misma manera en que uno juega con palabras. En un sentido, el ritmo y la rima suceden cuando aplicamos las reglas de la magia simpática al lenguaje. Luego, si rompes una palabra en pedazos y los unes a los pedazos de otras palabras, estás practicando magia por contagio. Las mismas estrategias se pueden aplicar a las imágenes del tarot. La mandorla de El Mundo es la corona que vemos en el As de Espadas. El agua de Temperanza es el fuego de La Torre, y así... Podemos decir que esas formas riman. Esas son operaciones de magia simpática: Similia Similibus... La transformación de un elemento en otro es una transformación de substancias, donde la forma resultante contiene al elemento original. Si el As de Oros estaba originalmente en la mano de El Mago, entonces el As de Oros contiene al Mago. De esta manera el proceso visual se convierte en un proceso conceptual. Tomados como parte de una práctica contemplativa, esos eventos visuales tienen la propiadad de traernos al presente. Para mi, esos eventos son un fin en si mismos. Por supuesto uno puede imaginar que esos eventos abstractos están hablando de situaciones prácticas de nuestra vida. Un tarot es el espejo de otro tarot. A su vez, ambos tarots pueden ser el espejo de la realidad.

La poesía tiene la virtud de no ser la solución a nada. Por eso le tengo fe. La gente pierde mucho tiempo en tratar de ver su futuro en los tarots. Yo prefiero que los tarots me liberen del miedo al futuro.


ALAIN JACOBS: En el documental Tarology dijiste que hay que ser “tonto” para entender al tarot. ¿Que quisiste decir con eso?

ENRIQUE ENRIQUEZ: Quise decir que podríamos mirar al tarot con nuestros ojos en lugar de nuestras opiniones. En lugar de “entender” al tarot podríamos disfrutarlo.


ALAIN JACOBS: También hablabas de otra idea interesante, no hay necesidad de modificar las cartas sino de actualizar lo que pensamos sobre ellas. ¿Es posible hacerlo sin tener una imaginación poderosa, sin ser capaz de lidiar con ideas abstractas?


ENRIQUE ENRIQUEZ: El futurólogo del futuro deberá predecir el futuro de la futurología. Una predicción es siempre una forma de creación. El chamanismo contemporáneo no debería consistir en disfrazarse de indio. Si nuestro paisaje está hecho de anuncios, la Helvética debería ser tan mágica como las plumas de águila.

Propones un dilema interesante: ¿Podemos actualizar nuestras ideas sin tener una imaginación poderosa y sin ser capaces de lidiar con ideas abstractas? Imagino que no. Pero si no tienes una imaginación poderosa ni eres capaz de lidiar con ideas abstractas no sentirás nunca la necesidad de actualizar tus ideas, así que no hay problema.

Puedo mostrarte una puesta de sol, o puedo llevarte a un cuarto sin ventanas y explicarte todo lo que sé sobre puestas de sol. ¿Qué prefieres? Toma un tiempo aceptar que mucha gente prefiere el cuarto sin ventanas. Cada quien es cada quien.


ALAIN JACOBS: Dices haber aprendido que uno no hace a las imágenes sino que las imágenes no hacen a uno. ¿Qué debemos entender allí?

ENRIQUE ENRIQUEZ: Debemos encontrarnos en las formas del mundo. Es esencial encontrar esa imágenes -sonidos y visiones- en las que cobijarnos. Todo eso después de terminar de lavar los platos.


ALAIN JACOBS: Algunos dicen que el tarot es en si mismo el maestro. ¿Qué tan útiles son las clases y los libros? ¿Cuál es tu propósito al dar lecciones, si es que las das?

ENRIQUE ENRIQUEZ: Inicialmente el tarot representaba todo aquello en lo que no creo. No me interesó hasta que pude hacerlo en un modo diferente, que vino de la poesía. El asunto con el lenguaje es que, o es poesía, o es ficción. O somos testigos del lenguaje como una experiencia directa y concreta, o estamos leyendo las fábulas de otro. Una vez que hemos resuelto la supervivencia: comida, abrigo, etcétera, lo único que nos queda es entretenernos. Yo definiría todo aquello que no es estrictamente supervivencia como entretenimiento, incluido el arte, la religión, la espiritualidad y la filosofía.

Ahora estoy trabajando con un grupo de gente. Entablamos una conversación diaria entre nosotros y también una conversación diaria con las formas de las imágenes y las letras. A través del tarot observamos la vida de los símbolos. Para fines de nuestros trabajo esa gente “olvida” que quiere leer el tarot para predecir cosas y escoge llevar consigo un tarot para calentarse con él. Juntos encontramos esparcimiento al jugar con las imágenes como si fuesen palabras y con las palabras como si fuesen imágenes. No hay nada grandioso en esto. Se trata simplemente de tener fe en lo inútil.


ALAIN JACOBS: ¿Esta gente que toma lecciones contigo busca algo especial? Tienes que pelear contra su “reflejo adivinatorio”?


ENRIQUE ENRIQUEZ: Antes de comenzar a trabajar juntos dejamos claro que estamos allí para buscar un regocijo por las formas. He tenido suerte. La gente que trabaja conmigo me sorprende a diario con eventos extraordinarios. Por ejemplo, mira la palabra MAYBE (quizás). Esta palabra denota una posibilidad, pero también una duda. Entonces, mi amigo Paul Nagy notó algo: puedes encontrar una abeja (BEE) en MAYBE. De esta manera una duda se torna en un insecto. Una abeja puede ser tan fastidiosa como una duda, pero pasa lo siguiente: una vez que hablas de abejas, las abejas sugieren la idea de flores. ¿Ves? Jugando con las palabras transformamos dudas en flores.

Ese es el tipo de experiencia que perseguimos. La gente que toma mis lecciones busca convertir las dudas en flores. Eso sería imposible sin tener al tarot de Marsella como una forja, donde el lenguaje está siempre al rojo vivo, al sugerir que el alfabeto es otro mazo de tarots que puede ser mezclado, reordenado, separado en pedazos y vuelto a ensamblar en nuevas ideas, nuevas imágenes, nuevas visiones.

Así que eso es lo que hacemos en mis lecciones. Jugamos.


ALAIN JACOBS: Tengo la sensación de que todos los tarólogos se dedican a la adivinación (quizás una palabra obsoleta) como si fuese un juego en el que el lector trata de adivinar las palabras que el cliente está pensando, para devolverlas en forma de respuesta. ¿Qué piensas de esa idea, de esa impresión mía?

ENRIQUE ENRIQUEZ: Una lectura del tarot es una ilusión automática. Los lectores de tarot se dan a si mismos demasiado crédito por lo que hacen. La lengua dice “plomo” y la oreja oye “oro”.


ALAIN JACOBS: ¿podrías dar algún consejo para aquellos que quieren leer el tarot de una manera diferente, o para los que están comenzando?

ENRIQUE ENRIQUEZ: Fácil: en algún momento alguien releyó un simple juego de cartas como un oráculo, creando toda una tradición esotérica. Entonces, en lugar de seguir esa relectura, haz tu propia relectura. Hazla “como si fuese” no “como es”. Quiero decir que es bueno no perder de vista que nuestra relectura, por encantadora que sea, está tan extraviada como las anteriores. Personalmente yo leo el tarot “como si fuera” poesía, pro yo no afirmo que “es” poesía, ni que todo el mundo debe hacer lo que yo hago. No estoy afirmando que el tarot fue creado para resolver los dilemas de los poetas Parnasianos ni que encontré la “verdad” absoluta sobre el tarot. El que esté buscando la verdad que se dedique a la jardinería o a hacer pan. Fuera de eso lo que tenemos son una cantidad de encantadores modelos mentales. Debemos ser dueños de nuestros mitos, no dejar que nuestros mitos se adueñen de nosotros. Eso también quiere decir que debemos tomar responsabilidad por nuestras metáforas.


ALAIN JACOBS: Tú me has hecho descubrir una dimensión nueva de los tarots. Ese divertimento es, para mi, la dimensión más importante que tú le aportas al tarot. Sé que podemos jugar con cartas en muchas maneras. Por ejemplo, tú hablas de los tarocchi appropriati...

ENRIQUE ENRIQUEZ: Tarocchi appropriati fue un juego en el que una persona improvisaba un poema acerca de otra persona, basándose en los tarots. El uso del tarot como motor poético comenzó siglos antes de que el tarot se convirtiese en un juguete para echar fortunas, y se extendió hasta el siglo 20 en el trabajo de gente como Gary Snyder, Charles Olson, Victor Coleman, Robert Creeley, John Wieners, Jack Spicer, George Bowering, Frank Davey, John Cage, André Bretón, Italo Calvino... Tanya Joyce publicó un libro de poemas basados en el tarot, escritos por tarólogos del área de San Francisco. Obviamente, el tarot se sigue usando como juego de cartas en varios países del mundo. También tenemos gente como Jeaninne Carson, que va dejando cartas de tarot regadas por la ciudad de Nueva York, para propiciar un juego situacionista de détournements.

Echar la fortuna es otro juego de azar. ¡Incluso esta conversación es un juego de tarots!


ALAIN JACOBS: En la página de Bertrand Saint-Guillain hay un ejemplo simpático de cómo usar el tarot para comunicar. Él estaba preguntando a sus amigos el nombre del autor de este tarot... Más importante, ¡el Papa efectivamente se fue!



ENRIQUE ENRIQUEZ: Hay un nivel de comprensión directa en el que las imágenes nos hablan. En ese ejemplo vemos a un hombre vestido de Papa y luego a un hombre yéndose, con sus cosas metidas en un saco. Sus acólitos se han convertido en un perro realengo. Es una narrativa muy clara.

Mirando esos dos tarots yo también oigo (en inglés) POP FULL, como el sonido que hace un corcho al salir expelido de la botella.


ALAIN JACOBS: Entiendo que tú tenías la impresión de que el tarot de Jacques Vieville debería leerse en modo distinto a como se lee el tarot de Marsella. ¿Finalmente encontraste cómo?

ENRIQUE ENRIQUEZ: Si en el tarot de Marsella comparas El Sol y El Diablo verás una serie de afinidades visuales que nos ayudan a agrupar ciertos elementos y detectar un patrón, una transformación o una acción: el sol, beatífico y ausente, se transforma en una especia de monigote obsceno cuya presencia interrumpe el abrazo de esas dos personas que ahora parecen sátiros encadenados. Al poner ambas imágenes juntas experimentamos una transformación de símbolos a la que podemos asignar una cualidad narrativa. El tarot de Marsella, en su totalidad, está construido de esta manera. Pero si tomas el diablo y el sol en el tarot de Jacques Vieville no verás nada de eso. Verás un monstruo verde que no se asemeja en nada al niño a caballo que vemos en el sol. El lenguaje visual del tarot de Marsella no parece estar presente en el tarot de Jacques Vieville. En el tarot de Vieville los nombres de las cartas también están ausentes. En su lugar nos es dado un poema muy curioso que aparece en el As de Oros y el Dos de Copas. Este poema es mi texto favorito sobre el tarot. El texto nombra muchos de los tarots, hilvanándolos en una especia de lamento, rezo o narrativa. Es muy cercano a un tarocchi appropriati tal como les vemos hechos con los tarots italianos. Me gusta pensar que, en ese texto, el señor Vieville nos sugiere un modo de jugar con los tarots.


ALAIN JACOBS: Acabas de publicar dos libros con tus propias entrevistas. ¿Tenías alguna idea específica la hacerlas? ¿Qué sacaste de ellas?

ENRIQUE ENRIQUEZ: Una entrevista es una intersección, un cruce de caminos. Tú y yo nos encontramos en este punto para conducir un intercambio y seguir nuestro camino, sea cargados, recargados, o incluso apesadumbrados por el contacto mutuo. Todas las entrevistas a distintos autores y miembros de la comunidad internacional del tarot que conduje entre el 2010 y el 2010 han sido compiladas por Eye-Corner Press en dos tomos titulados EN TEREX IT y EX ITENT TER.

La X señala el cruce de caminos. En Nueva York todos los garajes tienen esos signos inmensos que dicen ENTER / EXIT. Me gustó como la X, la intersección, estaba representada en la palabra EXIT, pero no se puede salir sin primero entrar. Por eso nombré ambos libros con alteraciones de las palabras ENTER / EXIT. Son dos libros gemelos, una analogía de El Sol, la carta que en si misma representa el tipo de intercambio que tú yo yo estamos teniendo aquí.


ALAIN JACOBS: Según pasa el tiempo me siento más cómodo con tan solo mirar la “belleza profunda” del tarot... sin preguntas, sin respuestas, sin palabras. ¿Es ese el objetivo?

ENRIQUE ENRIQUEZ: Quizás hay que conservar tarots por las mismas razones que se encienden fogatas: para calentarnos y ahuyentar la oscuridad. No hay que pedirle números de lotería al fuego. No hace falta interpretar las llamas para que nos calienten. Solo hace falta sentarse lo suficientemente cerca para que el fuego nos conforte los huesos, pero no tan cerca como para salir quemados.


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