Por Víctor Pérez
Borges vino a verme en secreto a la escuela hogar de Puebla de Sanabria. Nos presentó el director: don Isidro. Don isidro me dijo: “Este señor se va a poner en un lado del pasillo. Y tú al otro. Te va a decir algo, y tú no puedes hablar. A ver lo que ocurre”. Nos dejaron solos. Nos quedamos a cuatro o cinco metros de distancia. Entonces, Borges empezó a caminar hacia mí, y me dijo: “Tú a mí no me puedes parar”. Yo pensé: “¿Pero este viejo de qué va?”. A continuación, repetió esa frase y me bajó una fuerza muy salvaje por la cabeza, y pensé: “Como des dos pasos más, te mato”. Borges dio dos pasos más antes de desviarse hacia la puerta. Esperé unos segundos, y le seguí. Ya en el patio de tierra, le busqué la mirada mientras él charlaba con don Isidro. Por fin se dirigió a mí, y a solas me contó algunas cosas. “Mira, te voy a enseñar un papel”. Era un papel firmado por él. Yo leí aquello y no me enteré de nada. Me dijo: “Tú tienes este CI que pone aquí. Y este papel lo voy a mandar guardar en un banco de Argentina, por si alguna vez tienes problemas. Porque los tendrás”. Empezamos a caminar hacia el campo de futbito. Yo me senté en el bordillo, mientras Borges seguía hablando. Me dijo: “Cuando seas mayor y te hagan la última prueba psicotécnica, tú haz trampas. No te preocupes. Ellos van a sospechar que las has hecho, y te someterán a una prueba muy dura para que demuestres que tienes esa capacidad, y te darán a tomar una sustancia muy interesante llamada escopolamina. Lo que no saben es que tú tienes mucho más CI de lo que creen. Porque te voy a contar un secreto sobre ti. Tú, tomando eso, puedes ver el futuro. También te pedirán que recuerdes cosas, que lo recuerdes todo. Y, no te preocupes si se te olvidan. Tomando eso lo recordarás todo con facilidad. Como si estuvieras presente delante de ti, escuchándote”. Después se largó. Cuando volví el viernes a Fresno, había revuelo a la puerta de mi casa. Estaba el alcalde y otras gentes. Entré en casa y Borges estaba sentado en el salón. Entré en el momento en que Borges le decía a mis padres: “Tienen ustedes un hijo excepcional”. Después salió, y caminamos juntos hasta la altura de la casa de mi tía Virtudes. Hablamos un poco de la vida. Y de si veía un poco o no veía. Me dijo que cuando fuera a ver a mi primo le iba a decir que no veía nada, pero a mí me dijo que algo sí veía. “Tú a tu primo dile que yo no veo nada”. Después fue a encontrarse con mi primo Toñín a la escuela de Camarzana. Un mes más tarde, cuando fueron las fiestas de Pumarejo, mi primo me dijo que sospechaba que ese viejo que le había ido a ver, algo sí que veía. Yo le dije que yo creía que no veía nada. Lo último que me dijo Borges fue que lo único que le extrañaba es que yo no fuera argentino. Tiempo después oí por la tele que había muerto no sé dónde.