Zalo entra en mi historia descalzo, dejó sus zapatos en otro sueño. Me camina lentísimo. Beirut suena de fondo, todo hombre viene con sus colores y su música. Hace calor pero él trae la lluvia consigo y me la ofrece. La luz nos cuelga. Dejo caer un par de cerezas sobre la mesa de noche, caoba, baja, redonda, infinita. Voy a la ducha. Él se queda frente al computador. Enciende algunas velas, pronto todo es rojo, todo es de seda y ligas. Lo encuentro en el sillón, nos miramos sin parpadear. Me juega. Señala una manzana. La mordemos.
Escucho a una niña aterrada gritar afuera en el pasillo.
Me muestra una acuarela, rizo su cabello, soplo su rostro, como si el mundo fuese posible antes, después, lejos del deseo. Él se mueve rápido, me gira, me bebe como a una pecera. Toma mi cintura y rompe mis labios, cada gota que cae nos distrae. Me habla al oído sobre la luna roja y mis pechos. Su lengua es un gran lobo en mi espalda. Todo se quiebra en mí. Llueve, a cántaros llueve.
Las luces titilan. Se oyen pasos.
Zalo se arrodilla y me ruega. Sonrío. Es alto y esta noche en él es muy dura. Le concedo tres deseos. Podría domarlo si el para siempre existiera. La sed de ambos está en su boca. Sus manos grandes como el mundo, separan mis piernas. Siento una embestida, me invade hondo, placenteramente. Quiero que duela, un poco más cada vez. Que suene. Que todo pase adentro primero. Que estalle. Que no olvide el mar bravo entre nosotros. Hay peces fluorescentes a nuestro alrededor. Balbuceamos la belleza. Pongo mi cuello bajo su ombligo, lo miro, le hago repetir mi nombre, pedir para su hambre. Se escuchan ligas batirse contra la piel de un ángel.
No creo que nadie vaya a morir hoy aquí aunque él me lo diga. Separo sus dientes con mis dedos, lo alimento.
Hay un dios en este cuerpo y lo hago mío.
Alguien nos sueña fuera de la habitación. Araña las paredes.
Todo cae alrededor, todo se desmorona. Pero en este hotel apagamos las luces para encendernos. Hasta que tiemble todo, hasta secarnos.
Vinimos por la fiebre, el apetito, la lluvia ácida y el olvido.
Un perro trae un collar en su hocico. Me quiere ama.
Yo, solo tengo sueño(s).
Un hombre implora piedad mientras nos mira.
Un resplandor me cierra los ojos.