Por José Urriola C.
Todas las suites tienen el mismo precio, pero jamás será lo mismo lo que uno pague por ellas. Lo que ahí se deja o lo que ahí se gana dependerá de cada huésped. Son catorce solamente las habitaciones del Hotel de Asterión, pero en la acepción que el número catorce tiene para él: innumerables, inabarcables, infinitas. Nadie puede reservar ni escoger su recámara, pero existe una opción: pensar rápidamente en un número del 1 al 14. No es tu favorito. No es tampoco el que has considerado con detenimiento. Es el primero que se te ha venido a la mente. El primero que aparece, inexplicablemente, y punto. Y no lo puedes cambiar. Esa es la manera en que el Asterión te destina tu suite, la que realmente estás necesitando.
Suite #1 – La cueva. Abrirás la puerta y te hallarás al borde de un acantilado. Desciende con cuidado, la cuesta es empinada y las rocas filosas. El reventar de las olas contra los riscos es tan violento que te salpica una llovizna salina. Encontrarás en medio de la pendiente la entrada a una gruta. Es una cueva oscura y acogedora. Sentado sobre una piedra te espera alguien a quien no veías desde tu niñez. Alguien a quien habías olvidado o has intentado no recordar. Por algo será. Sin embargo, el reencuentro es hermoso, emocionante, feliz. Subirá de pronto la marea. Es hora de que salgas de allí. Se despedirán con un abrazo y un beso que concentran una vida entera. La otra persona se quedará en la cueva mientras el agua salada lo inunda todo. Tú remontas el acantilado abrumado por la saudade. Ya lo sabes, no se verán nunca más.
Suite #2 – Lo siniestro. Abres la puerta, entras, se cierra de pronto a tus espaldas. Quieres huir, pero ya es tarde. No se ve nada, pero se huele. Es por el olfato que lo reconoces, como si fueras una fiera a punto de ser atacada por un cazador, eso que respira en medio de la habitación es lo que más miedo te da en la vida. El monstruo que habitaba bajo tu cama de la infancia. O aquella criatura funesta que te ofreció un dulce y al acercarte acabó haciéndote un daño inconfesable. Es esa cosa innombrable que te roba el aliento y te dan ganas de morir. Pasarás una noche entera encerrado ahí con lo siniestro, con la fuente más pura de tu miedo. En 24 horas se desbloqueará la puerta. De haber sobrevivido, lo habrás vencido. Lo habrás dejado atrás, humillado. Disfrútalo, después de superar el horror viene siempre una dosis de inmortalidad.
Suite #3 – El amor (im)posible. Te está esperando en la cama el amor imposible de tu vida. El mismo que tanto deseaste, con el que siempre soñaste, con el que te imaginaste durante noches y noches de íntima autocomplacencia. Ese, con el que te montaste un mundo alterno donde por fin iban de la mano. Tienen tres horas a partir de este instante. Tres horas de placer, plenitud y orgasmo sostenido. Al minuto 180 sonará un timbre y se acabará la magia. Serás expulsado del paraíso. Una vez estés al otro lado del umbral de la puerta no te acordarás de lo que ocurrió allí dentro. Toda tu memoria sobre el mejor momento de tu vida, será ahora un hueco, un vacío. No volverás a pensar nunca más en tu amor imposible. Y tu amor imposible ni si quiera se acordará de que alguna vez tú fuiste su amor imposible.
Suite #4 – Tu vida vegetal. Cruzas la puerta, notas que el suelo es blando, cálido, húmedo. No es una alfombra, eso es tierra. De la planta de tus pies brotarán raíces que se hundirán en el terreno fértil. ¿Sabías que humano tiene la misma raíz que humus? Somos eso que florece en el lodo. Criaturas forjadas en el barrio primigenio. Sentirás la savia subiendo por tus venas. Tu piel hacerse corteza y tus dedos cubrirse de tiernos brotes verdes. Aprenderás a ser polinizado por las aves, los insectos, los murciélagos. Darás frutos y las aves anidarán en tus axilas, en tu pubis y tus cabellos. La vista es hermosa, el aire fresco. Recibirás la lluvia con felicidad insaciable y la luz del sol te cargará como si fueras una batería solar. Ahora que eres árbol sabrás por fin lo que es el arraigo y hallarte en el lugar adecuado. Sabrás, sobre todo, lo que es la calma. Una advertencia, aunque quizás ya sea tarde para hacerla, muy poca es la gente que decide desarraigarse, moverse para salir de esa habitación para regresar a la vida humana.
Suite #5 – Flotando en el espacio. Una vez abras esa puerta saldrás disparado por el cosmos a la velocidad de la luz. Cada año de trayecto sideral será para ti apenas una fracción de segundo. Hallarás en el camino una nebulosa, la más hermosa y colorida que hayas visto jamás. Te atraerá bajo su campo magnético. Allí te instalarás, como quien flota en las aguas de un mar infinito y oscuro, y sentirás por fin formar parte de algo esencial. Cada molécula tuya es parte de esa nebulosa. Cada partícula de polvo estelar de esa nebulosa te conforma. De pronto, como quien acciona un interruptor, en un chasquido de dedos volverás a la Tierra. Estás de nuevo en una habitación de hotel, indistinguible a la habitación promedio de un hotel en cualquier parte del mundo. Al salir de esa habitación pedazos tuyos comenzarán imperceptiblemente a caerse. Te estás desintegrando, desmaterializando, es la nebulosa que reclama tus partículas que son suyas. Átomo a átomo dejarás de estar aquí para irte a miles de años luz de distancia. Te harás nada para poder conformar parte del todo, allá, donde realmente perteneces.
Suite #6 – El agujero oscuro. Esto tiene que ser una estafa. Aquí no hay nada. Es el más absoluto vacío. Querrás devolverte a la recepción a protestar, que te asignen otro cuarto o que te devuelvan tu dinero. Pero antes de dar con el picaporte de la puerta, algo invisible te tomará de la mano, te arrastrará consigo y te hará todo lo que te gusta. Todo. También eso que no le has confesado a nadie y que no te has atrevido a hacer jamás. ¿Es humano eso que te proporciona tanto placer? ¿Es acaso ese amante formidable de origen animal o vegetal? ¿Será un robot sexual, un artilugio tecnológico, una simulación? Saldrás de ahí sin tener la menor idea. Flotando en las nubes de puro placer. Como quien camina a varios centímetros del suelo después de la mejor experiencia de su vida. Recorrerás el pasillo consciente de que nada en el mundo se comparará con eso que ahí has vivido. Que cualquier amor y cualquier orgasmo es nada, absolutamente nada, comparado con ese algo de la sexta suite del Asterión.
Suite #7 – El laberinto de Dédalo. Bienvenido literalmente a la Casa de Asterión. Los muros son gruesos y altos, el suelo rocoso. Manchas de sangre y vísceras aplastadas con furia cubren las paredes. Hay huesos rotos también regados por el piso. Como partidos a pulso por la mitad. O desgarrados por la mandíbula de una bestia de otro mundo. Sentirás miedo. Sobre todo cuando le escuches la respiración, aún lejana. Corre, eso que te está olfateando el miedo y va tras tu rastro es el Minotauro. Tu anfitrión no tiene ganas de jugar. Tiene hambre. Pero sobre todo tiene rabia. Intenta guardar la calma, tienes una última y única opción, así que está atento: tendrás que hallar el hilo que te ha dejado Ariadna. Encuentra el hilo y corre hasta su extremo, afuera del laberinto, donde ella te estará esperando. Hazlo antes de que te alcance el Minotauro. En caso de que encuentres a salida y te reciba Ariadna sé fuerte, su cara de decepción será un mazazo. Tan demoledora como la mandíbula del Minotauro. Es que ella hubiera preferido otro Teseo. Pero bueno, ojalá con el tiempo y la convivencia ella también se enamore de ti.
Suite #8 – Bienvenido a Marte. Simplemente hay que cruzar el umbral y en un solo paso saltarás de la Tierra a Marte. Vaya, qué lugar tan inhóspito y tan extrañamente familiar. Qué soledad, qué calor, qué frío, qué ganas de huir, qué ganas de quedarse para siempre, todo a la vez. Una silueta a la distancia corona una duna y desciende en tu dirección. Se trata del robot explorador Curiosity Rover, del que prácticamente hoy nadie se acuerda. Una vez a tu lado, Curiosity te pondrá su brazo mecánico sobre el hombro y te dirá: “He visto cosas que ustedes los humanos no podrían siquiera imaginar...”. Pasarás horas hablando con el robot y te parecerá que está absolutamente desquiciado. La soledad, el aislamiento y el olvido, sumados a la certeza de ser el único terrícola en Marte y al mismo tiempo el único de los marcianos, lo han convertido en un ermitaño universal. Es un prisionero y al mismo tiempo es el tipo más libre del cosmos. Todo ese planeta es suyo. No le bastarían mil vidas para conocerlo entero. Cuando te despidas de Curiosity para volver a la Tierra, tendrás la certeza de haber conocido al ser humano más entrañable y sabio que haya existido nunca en el sistema solar.
Suite #9 – Idéntico, pero al revés. Entrarás y no ocurrirá nada. No encontrarás nada. Es la habitación de hotel más anodina, mediocre, desangelada y sin gracia en la que hayas estado en tu vida. No puede ser que te hayan hecho pagar tanto por semejante miseria. La mitad de las luces no encienden. No encuentras el control remoto de la televisión. La cortina está trabada y no abre. En el baño solamente funciona el agua fría. Quieres llamar a la recepción, pero el teléfono, cosa que ya ni te sorprende, no tiene tono. Ni siquiera está la consabida Biblia en la gaveta de la mesa de noche. Te hartas, lo mandas todo al demonio. Te vas ya mismo de esa porquería. Al salir de la habitación, apenas pises la alfombra del pasillo, te sentirás ligeramente distinto. Como si el mundo hubiera cambiado radicalmente durante tu breve instancia. O como si algo esencial se hubiera desplazado en tu interior y no fueras ya exactamente la misma persona. Bienvenido a tu nueva vida, eres idéntico, pero al revés. Con todas tus virtudes convertidas en defectos y todos tus defectos trastocados en talentos. Aún no sabemos si ahora eres mejor o peor persona. Tampoco si te irá mejor. Nada, a vivir como el otro que ahora eres, ya lo averiguarás.
Suite #10 – La materia que te conforma. Encontrarás atado y amordazado a una silla a la persona que más detestas en el mundo. La que más daño le ha hecho a tu gente. Por su puta culpa han sufrido tantos. Tantos son los muertos, los torturados, los desaparecidos, los separados. Es un asesino, un criminal, un hombre ruin y sin escrúpulos. El asco hecho persona. Míralo ahí ahora rogando por clemencia, tan bravucón y cínico que siempre fue. Tanto que se regodeó en su poder y su crueldad y ahora te mira aterrorizado, como un carnero que sabe que está a punto de ser degollado, con sus ojos suplicantes y esa mancha de orina caliente que le crece en la entrepierna. Junto a la silla donde está el amordazado hay un despliegue de artefactos de tortura, todo lo necesario para infligir el dolor más horrible. Todo lo necesario para doblegarlo, torcerlo, trocearlo, triturarle las articulaciones y aplastarle el alma. Tú sabes quién es ese hombre, lo que ha hecho, lo que se merece. Lo sabes muy bien. La pregunta, ahora, mientras te acercas a él y vuelves a mirar los objetos de tortura desplegados a su lado, es de qué materia estás hecho tú.
Suite #11 – El doble. Entras y te encuentras contigo mismo sentado en la cama. Eres tú, solo que más joven. Te sientas a tu lado e inmediatamente entiendes que estás ahí para darte el consejo de tu vida. Uno realmente importante. El que te nace del corazón. Le advertirás (te advertirás) entonces sobre esa decisión que tomará(s) en la que definitivamente te equivocaste. Tratarás de enumerar rápidamente, y sin que te quede ninguna por fuera, cada una de las mamarrachadas que te lanzaste y que preferirías haberte evitado. Le confesarás también las pocas certezas que tienes ahora que has vivido más y eres un poco más sabio. Le pedirás que ahora, en esta oportunidad, sea más sensato, astuto, prudente. Que aproveche y libre por ambos: por él y por ti. Le darás un abrazo y le desearás suerte. Si al salir de la habitación sigues siendo el mismo es porque optaste (optó) por no hacerte caso, entonces te sentirás honrado, homenajeado, sonreirás satisfecho, ese muchacho decidió que la tuya era una buena vida, una vida que valía la pena ser vivida con los mismos aciertos y errores. Si, por el contrario, te sientes distinto mientras recorres el pasillo hacia el ascensor, pues prepárate para ver qué fue de tu vida. Por estarte haciendo caso. Aunque bueno, ya no es tu responsabilidad, todo ahora será por su culpa.
Suite #12 – Los amigos idos. Tranquilo, respira hondo, no se trata de una alucinación. Tampoco estás muerto. Ellos sí. Siguen muertos. Pero el Asterión te ha dado la oportunidad de reencontrártelos. No pierdas el tiempo haciendo preguntas absurdas, sucumbiendo al pánico o hablando de ti. Nada de eso importa en este instante. Cállate y escucha. Intenta comprender lo incomprensible. Disfruta de lo inexplicable. Dale una oportunidad a entender las posibilidades como nunca antes las habías considerado. Te contarán sobre dónde están, cómo es y qué tal les va. Lo que hay después (o encima o por debajo o a la par, quién sabe) de esta vida. Créeme algo: lo mejor que te puede pasar es salir de esa habitación con ganas de morirte. De abrazar la muerte y agradecerla. Con ganas enormes de vivir bien para morir mejor. Eso. Por tus amigos idos y por ti.
Suite #13 – La habitación del fin del mundo. Serás por un par de horas como Alex DeLarge, el personaje de La naranja mecánica. La habitación es un cine con una pantalla gigantesca que lo abarca todo en 360º. Tiene una única butaca en el centro. Te sientas, el asiento se reclina, surgen automáticamente pinzas y correas que te inmovilizan los brazos, las piernas, el cuello, los párpados. Comienza la proyección y tú vas a ver la película, quieras o no. En ella te será revelado la manera en que se desencadena el fin del mundo. El comienzo del final de todo y de todos. Serás a la vez testigo y protagonista de un Apocalipsis que se podría haber evitado. El final de la película, como es de esperarse, es el fin del mundo y tú como mero espectador, siendo el último testigo de cómo se extinguen el planeta y sus especies. Se sueltan las amarras, quedas libre, luces en el suelo se encenderán para indicarte la salida. Ahora deberás entender que la habitación te ha escogido por dos razones: porque has sido un bueno para nada toda tu vida, y porque tienes un talento (un talento desperdiciado). Listo, afuera te aguarda el mundo, esperando que de una vez por todas sirvas para algo y comiences a hacer algo útil para evitar lo que tú sabes que puedes ayudar a evitar.
Suite #14 – La máquina de materializar deseos. Desnúdate. Acuéstate en la cama. Entrégate. La máquina extenderá sus tentáculos y sabrá exactamente dónde insertarlos, donde acoplar cada ventosa. Ella recogerá todo lo que produzcas y lo materializará en otro momento y en otra parte. Por ahora tú limítate a pensar en algo feliz. Algo que ocurrió o que nunca pasó pero te hubiera gustado que ocurriera. Visualiza bien la escena, el dónde, el cómo y con quién. Recoge meticulosamente cada textura, cada gesto, cada tono. Sobre todo, aprehende la sensación de plenitud del momento, encapsúlala, atesórala. Ahí se concentra el alma de tu deseo. Muy importante, una vez consigas la escena soñada pídele al mundo que se ponga en pausa. Congela la dicha, convierte en eterno el instante glorioso. Si haces las cosas bien y vives una vida digna que te conduzca a una buena muerte, la máquina te reservará tu premio. Y esa escena de eterna plenitud es la que contarás a los amigos vivos que te vengan a visitar cuando se reencuentren en la suite #12 del Hotel Asterión.