Por Cristian Garzón
Escultura de Calvin Ma
Lo primero que aparece cuando escribo “Los hermanos Chang”, en Google, es un blog llamado El faro de los hermanos Chang. Los hermanos han tenido despacho de abogados, funeraria, juguetería, entre otros. Los imagino defendiendo un caso; recomendando la madera de este ataúd por su resistencia a los gusanos y la descomposición; mostrando una Barbie con sus nuevos accesorios. El segundo resultado de la búsqueda es un artículo de la BBC donde cuentan cómo los hermanos tenían una casa para cada mujer. Pasaban tres días con una y tres con la otra. Tuvieron veintiún hijos. Nacieron en Siam, Tailandia; de allí el prefijo. A partir del faro no puedo evitar verlos con sombrero pescando en la costa, o remando.
Esta vez los hermanos tienen una farmacia. Según el primer Wittgenstein, una cosa tiene en sí misma la pluralidad de “estados de cosas” en las que puede participar. La mesa ya tiene integrado en su ADN todos los hechos que la podrían involucrar. Una mesa cae en la cabeza de un nazi; una mesa en un desierto marciano; una mesa recibe unas nalgas achatadas que se deslizan adelante y atrás; etc. Es una cualidad abarcante e imprecisa de las cosas, pero persuasiva pese a su idealismo. Luego de relacionar esta definición de Wittgenstein a los hermanos Chang, me viene a la mente los videojuegos. Recuerdo especialmente aquellos donde uno puede tener trabajo y una vida distinta cada vez que quiera. Me resulta simpática la idea de crear mundos y convocar escritores para que los ensamblen. Es un videojuego con poco presupuesto. No hay programadores ni diseñadores profesionales de 3d.
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#QuédateEnCasaTrataDeIncentivarLaComunicaciónDePareja
En China los divorcios han aumentado. Se prevé que seguirán incrementándose.
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Soy el mensajero de los Chang. Tengo una bicicleta y mi maleta de Rappi. Llevo píldoras, condones, sueros, esparadrapos. Empieza una pandemia. Los Chang se ven sospechosos, dudo de ellos, pienso en renunciar. Los malditos no se enferman, están tranquilos con sus mujeres. A veces me pregunto si la que ama al hermano de la izquierda es zurda. Desde el punto de vista de ellos, el izquierdo es el derecho, carajo, qué confuso. Dicen que la epidemia empezó en China, pero ellos no son de allá. Dejo tirada la bici. Se acabó. Renuncio.
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#QuédateEnCasaPeroNoTeQuedesSolo
—Llama ya... Me gustaría bailarte sexymente. Mira cómo estoy de deliciosa. Te aseguro que con solo escucharme te excitarás...
(Imagina la piel. Cómo huele. Quiere que sea amarga. Degustar los pies. Acomoda rostros. Brazos. Culos. Tetas. Labios. Caen en su boca. Puede morder, lamer, aspirar.)
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En cuarentena los días son indistintos. El tiempo se convierte en una masa sin contornos. No sé qué día era. Salimos con mi novia a comprar comida. Habían pasado tal vez dos o tres semanas, tal vez. Cuando llevo mucho tiempo sin jugar me estreso física y mentalmente. Llega en un momento en que el cuerpo pide baloncesto. Aproveché la salida y llevé el balón. En la puerta del supermercado había un policía, nos dijo que solo podemos entrar de uno en uno, y debemos esperar a que salga la persona que está adentro. Le dije a ella que fuera. Me puse a driblar. Llegó un policía en una moto, casi me arrolló, no me dejó hablar: “Lo tengo que llevar esposado o va a caminar”, dijo. La moto detrás. Caminé por la mitad de la calle. La gente que hacía la fila para retirar dinero me miraba como si estuviera infectado. En la estación me esposaron a un casillero.
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#QuédateEnCasaAfueraHayPeligroDeMuerte
Después de abrir el cuello de un tajo, la mujer apuñala los brazos y las manos. Le grita que se levante y la golpee de nuevo si es tan machito. Arroja el cuchillo. Toca la sangre para comprobar su consistencia. Corre hacia la ventana. Suena un estruendo, como el de un arma de fuego al accionarse.
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Hola lector o lectora, tengo un problema y decidí consultarte. Estoy pensando qué putas voy a hacer. Este policía me dice: “Hermano, salir con un balón, ¿enserio?, qué irresponsable”. Algo tan ridículo, tonto, infantil; más en medio del apocalipsis. No quería romper la cuarta barrera, ¿qué otra cosa puedo hacer? Necesito que me ayudes a escribir esta vaina. ¿Qué resultaría mejor? Me aprietan las esposas. ¿Qué tal un texto acerca de los barcos negreros?, las llagas llenas de gusanos, los quejidos, el vómito, las horas de encierro móvil, incesante, tambaleante. No. ¿Qué tal la peste bubónica? No, muy evidente, ¿cierto? Ayúdame, no seas indolente, al menos habla. Con que digas sí o no basta. Pero si hacemos el de la peste me gustaría que fuera la crónica de una pulga, qué te parece. Se tratará de cómo la pulga entra a varias casas. La pulga indiferente podría narrar las agonías, las extremaunciones. Pero no juzgará, quizá se pregunte por qué la gente está tan quieta y ennegrecida. No, es estúpido. Qué te parece si nos decidimos por una narración en primera persona de un preso en espera de su fusilamiento. Está bien, lo acepto, me pillaste: La muerte de Artemio Cruz y Cien años de soledad fueron mis más recientes lecturas. Sí, por eso están en mi mesa de noche. Sería efectista, pero no niegues que te causaría impacto. Los revolucionarios villistas, o los conservadores ejecutando a los liberales. Es verdad, tienes razón, eso ya se hizo mucho, pero podríamos darle un giro. Qué tal si confundimos los espacios y las guerras, es decir, qué te parece si los soldados que lo mantienen preso son personajes ambiguos, anacrónicos. Como si un templario nazi ateniense fuese el verdugo.
Recurrí a ustedes porque Fedosy está esperando algo. Después de estar esposado y ver tanta abyección de cerca lo último que quiero es escribir. Y sí, algo tiene que salir de mi boca: “No digo redondo, no digo una máquina /con todos sus engranajes engrasados, /no digo un ramillete ni la costura de /de una voz de tenor bien afinada”. Tuve que citar a Luis Enrique Belmonte solo para que este intento de algo tenga al menos dignidad, para que quien lea no se vaya sintiendo que entró y no recibió nada. Una pérdida de tiempo.
¡Auxilio!
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#QuédateEnCasaTrataDeSalirSoloPorLoNecesario
Las ratas invaden mi cuerpo. Le hacen orificios. Soy una casa. Toda casa necesita ventanas. Me pican las pulgas que tengo dentro picando a mis ratas. La gangrena va quitándoles espacio. Es una sombra que avanza desde las puntas de las extremidades hacia el centro. Pronto no tendré qué darles. Mis ratas encerradas, con hambre. Mis ratas sofocadas sosteniéndome. Son mis órganos. No me coman tan rápido, aguanten, no salgan. Por favor.
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Ya lo decidí. Voy a cortar a los hermanos Chang. No me dejaron renunciar. Me tienen en la bodega de la farmacia. Dicen que necesitan un mensajero porque ellos no pueden llevar los pedidos. No saben montar bicicleta. Dicen que tengo que esperar hasta el hallazgo de la cura, quizá entonces puedan contratar a otro. Me da miedo que intenten ahorcarme si me escapo. Cuatro manos en mi cuello, eso nunca. Alguien debe atacar primero.
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#QuédateaEnCasaQueProntoHabráUnaCura
En un cuento de Robert Howard hay una proliferación de hongos. Parece indetenible y la humanidad teme por su futuro. Se sabe de un científico anciano que posee la cura. Intentan convencerlo de ayudar a la supervivencia de la especie, pero el científico es un hombre lleno de resentimiento debido a innumerables desprecios que recibió por su trabajo. Como respuesta a la petición el científico se pega un tiro.
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Mis papás y mi novia están gritándole a los policías. Traen una mujer agitada. "Queda capturada por agresión a la fuerza pública, tiene derecho a un abogado, tiene derecho a una llamada, todo lo que diga puede ser usado en su contra", dice. "Y a usted, ¿cuál es el delito por el que lo van a capturar?", dice ella. Su hijo de 14 años salió por un mandado, se demoró y ella salió a buscarlo. Lo encontró dialogando con un policía -seguramente acerca del ocaso-, lo regañó, le dijo que se fuera con ella a la casa. El policía le advirtió que estaba interrumpiendo un procedimiento policial -porque no podría ser un procedimiento renal, por supuesto-; ella desatendió. Al parecer el muchacho fue grosero con el policía y no le dio razón de su deambular. Pudo pasar cualquier cosa. Ella terminó golpeando al policía, que a su vez la golpeó a ella, a su hermana y al chico. Según el policía, no le preocupa que tengan una grabación de lo ocurrido. "Tengo muchos casos así, incluso con muertos y aquí sigo, ejerciendo, y cuando menos piense me pensiono", dice. Llega una niña agitada. Su hermano apuñaló a otro pariente. Les indica la ubicación de su casa; dice que le da como miedo. Mi familia trae mi carnet de estudiante y mi cédula. Quieren mostrarle que soy alguien de bien, un estudiante de Filosofía. Lee libros, le ruegan, como si eso fuera suficiente para dejarme libre. Uno se dirige a mí: "se la voy a dejar pasar por esta vez, pero si lo vuelvo a ver en la calle...". Argumenta que si hay más de dos personas juntas es suficiente motivo para apresar a cualquiera. Afuera veo grupos de tres y cuatro caminando.
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#QuédateEnCasaCalladito
Un oftalmólogo en Wuhan se dirige al hospital. Padece hace unos días una extraña neumonía. En internet advierte de este virus. Lo hacen desmentir sus afirmaciones. Muere a los 33 años.
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Suyo, C.