Adriana Medina
Él me resucitó. Con sus manos que son luz y oscuridad me devolvió la vida. ¿Cómo describir lo que es haber muerto para valorar la existencia? ¿Cuántos pueden hablar de eso? De la inmensidad de estar, de volver a sentir. El fervor no puede explicarse.
Esta vez, debía aprovechar la oportunidad. Lo único que necesitaba era no volver a equivocarme y estaba dispuesta hacerlo.
Mi nueva vida habría de estar a su servicio. ¿De qué otra forma podría agradecerle, sino haciendo su voluntad? Estar viva ya era suficiente. Yo no quería otra cosa que dedicarle mi existencia y así lo hice.
Sumisa, acaté sus órdenes cada día. Actuaba sólo como él quería. Nunca faltó un detalle, todo estaba dispuesto a su gusto, a sus exigencias. Yo no hacía más que servirle: cuidaba su casa, limpiaba, lavaba la ropa, hacía su comida, hablaba sólo si él pedía escucharme, de resto callaba. Y en las noches, cuando me necesitaba, allí estaba yo para complacerle, para venerarle sin importar nada. Así era mi vida, mi nueva vida, y me gustaba. No me correspondía pensar en nada, él lo hacía por mí, él decidía. Yo no tenía voluntad, tampoco la necesitaba. A fin de cuentas, él me había traído de vuelta y a él me debía.
Ordenaba y yo obedecía. Funcionó. Anduvo bien hasta que fallé de nuevo. Y la cena estuvo tarde una noche, y otro día olvidé coser un botón. ¡Por mi culpa! Las cosas volvieron a ser como antes de mi regreso. Por mi culpa se desató una vez más su furia.
No le explico, no puedo hablarle, entre sollozos ofrezco disculpas, juro no distraerme más, me perdona. También promete no volver a castigarme. Y vuelvo a ser cuidadosa, me empeño, cumplo mis obligaciones. Pero hay momentos en que no sé cómo resurgen mis faltas. Entonces lo hago infeliz con mis errores y, con razón, regresa encendido en cólera y saña.
Yo sé que es mi culpa, por eso, ya no quiero irme. Prefiero sus condenas a perderlo. Vivir sin él no tiene sentido. Vivir sin él es estar muerta y muerta ya estuve. Si me voy, no volverá por mí. Entonces me apagaré de nuevo y él ya no querrá una vez más resucitarme.