Quantcast
Channel: Galpón Chang de jóvenes poetas
Viewing all articles
Browse latest Browse all 341

El edificio

$
0
0
Por Jacobo Villalobos

     
Contra todo pronóstico, mi trabajo dio frutos y al morir he ido al Cielo. Pero no es como me lo habían presentado. Es un edificio morado, muy oscuro y lleno de sillas. Yo estoy sentado. Y con el tiempo he olvidado cómo es que llegué aquí. Así que me propongo recordar para entretenerme, como un ejercicio contra el aburrimiento:

Cuando llegué, me bajé del Volkswagen y subí por unas escaleras de concreto. Dentro, tras un escritorio, me recibió una mujer que parecía hombre y que me preguntó el motivo de mi visita. Su voz fue lo único que me hizo sospechar de su género: si no hubiese abierto la boca, habría pensado que era un hombre afeminado. Aunque, ahora que vuelvo al asunto, no estoy del todo seguro de la verdadera sexualidad de la recepcionista. Le respondí que no había venido de visita, que acababa de llegar. Ella –o él bajó la mirada hacia unas hojas y empezó a revisarlas, recorriéndolas con la punta del bolígrafo. Al cabo de unos segundos, se detuvo de golpe y anotó, en el margen derecho, algo que no alcancé a ver. Luego, señalando hacia el interior del edificio, me indicó, sin mirarme, que tomara asiento. Dos policías aparecieron y me condujeron, caminando por largo rato junto a una serie de sillas pegadas a la pared, hasta el último puesto desocupado, después del cual empezaba una larga fila de personas sentadas. Ahí me dejaron, sin decir nada, y se marcharon.

En el pasillo nadie hablaba. Y las personas que llegaban eran silenciosas, como si todos estuviesen de acuerdo en no emitir ningún sonido. Así que yo solo disfrutaba del don de la vista y el tacto. Noté que de vez en cuando, a intervalos iguales, sobresalían de la pared unos letreros que indicaban la dirección de los baños, la recepción, las oficinas… Yo, habiendo perdido ya la noción del tiempo —no podría decir si fue a los tres días o a la semana, me levanté y seguí el camino hacia el baño. Anduve en línea recta por lo que pareció una eternidad y al llegar al final del piso, otro letrero me mostró una flecha que apuntaba hacia el nivel superior, indicándome que tomara las escaleras. En el piso de arriba sucedió lo mismo y en el siguiente también. Caminé por horas o días. Creo que alcancé a subir una veintena pisos antes de sentarme a descansar en los escalones, apoyando la cabeza contra la pared. Aire tibio pero pesado, silencio total, luces opacas.

Allí en la escalera, casi al instante, me interpeló una pareja de vigilantes. “¿Qué hace aquí?”, me preguntó uno de ellos. “Busco el baño”, respondí con lentitud. “Pero creo que me he perdido”. Ellos se miraron, fruncieron los labios, y luego clavaron sus pupilas en mí. “Creo que es mejor que vuelva a su asiento”, espetó con sequedad el otro vigilante. “Pero es que en verdad debo ir al baño”, expliqué. Sus rostros de piedra, impertérritos, de ojos filosos. Sentenciaron que estaba mintiendo, que mi intención era manipularlos y que deshiciese mi camino de inmediato, sin rodeos. Y yo, en silencio, sin reprochar, terminé por caminar de regreso. Sobre mi hombro, cada vez que miraba hacia atrás, advertía a lo lejos a la pareja de vigilantes que me escoltaban desde la distancia. De nuevo las horas o los días, la ausencia de un tiempo claro. Cuando llegué a mi asiento, este estaba ocupado por otra persona, así que tuve que seguir andando hasta encontrar una silla vacía, al final de la fila, donde sentarme.

Y allí me quedé de brazos cruzados.

*

Los días, o meses, o años siguientes son difíciles de recordar, porque pasaron a velocidad de vértigo, pero sin ningún contenido. Así que concluyo que ahí no hay nada que contar. Solo sé que con el tiempo me volví a levantar de la silla y, en secreto, subí los pisos. Como en una misión de exploración. O en un intento de que algo ocurriese. Cualquier cosa. En esa oportunidad estudié el edificio: toqué las paredes, comprobé sus materiales y traté de abrir sus puertas. En mi mente, intentando no dejar nada por fuera, anoté mis descubrimientos:

En el edificio no hay nadie a quien conozca, en vida o en muerte.
El edificio, toda su estructura, crece constantemente: con movimientos lentos, imperceptibles.
En el edificio, las puertas no se abren desde afuera.
La fila no avanza, nunca, jamás. Es un lugar muerto en donde nada transcurre.

La música que se escucha brota de unos altoparlantes, ubicados junto a unas cámaras móviles que no había advertido antes y con las que, supongo, me han estado siguiendo.

Sin embargo, los vigilantes no me dieron caza. En ese momento creí que se debía a que me estuve moviendo con velocidad, siendo escurridizo y astuto. Pero ahora pienso que, quizá, lo que ocurrió fue que dejaron de prestarme atención.

Así de poco importante era yo.

*

Lo demás es fácil de narrar.

Durante uno de mis recorridos, un policía enjuto y de espalda ancha me tomó por el hombro y me dijo que ya había sido suficiente. Me escoltó hasta mi silla y le dijo a quienes estaban a mi lado que ellos habían sido cómplices de mi excursión, y que los tendrían bajo vigilancia. Sospecho que a mí me amenazaron, pero no estoy seguro. Quizá sí, de lo contrario seguiría caminando. Pero ya no lo recuerdo. Solo sé que he perdido la motivación y la curiosidad.

*

Entonces, ahí está, así fue como terminé aquí.

      




Viewing all articles
Browse latest Browse all 341

Trending Articles


Girasoles para colorear


Tagalog Quotes About Crush – Tagalog Love Quotes


OFW quotes : Pinoy Tagalog Quotes


Long Distance Relationship Tagalog Love Quotes


5 Tagalog Relationship Rules


Re:Mutton Pies (lleechef)