Por Jacqueline Goldberg
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Fotografía de Evelyn Bencicova
Emily Dickinson
no escribió solicitudes de clemencia.
Anna Ajmátova
no escribió solicitudes de clemencia.
Sor Juana Inés de la Cruz
no escribió solicitudes de clemencia.
Judy Henderson
fue condenada a cadena perpetua en 1982
sin posible libertad condicional durante 50 años.
La culparon de la muerte de un joyero de Springfield.
Salió 37 años después.
37 años con sus bulbos y sus precipicios.
Salió cuando el gobernador de Missouri
conmutó su sentencia
y la indultó en su último día en el cargo.
Virginia Woolf
no escribió solicitudes de clemencia.
Nelly Sachs
no escribió solicitudes de clemencia.
María Calcaño
no escribió solicitudes de clemencia.
Lucía Topolansky
y su hermana melliza, María Elia,
estuvieron entre las 38 reclusas
que una noche de julio de 1971 escaparon
de la cárcel de Cabildo, en Montevideo.
Allí todo era antiguo, las cloacas anchas.
Durante cinco meses cavaron dos túneles.
Operación Estrella fue la mayor fuga planificada
de una cárcel de mujeres en Chile.
El penal había sido manejado por monjas,
pero eso cambió después de que 13 prisioneras
se fugaran de la capilla durante una misa.
Jane Austen
no escribió solicitudes de clemencia.
Alejandra Pizarnik
no escribió solicitudes de clemencia.
Emily Brontë
no escribió solicitudes de clemencia.
Cyntoia Brown
fue condenada en 2004 a cadena perpetua
por disparar a la cabeza del hombre que la acorralaba.
Tenía tan solo 16 años.
Fue juzgada como adulta por tráfico sexual.
Su historia cabe en la lágrima:
«La abuela de Brown asegura haber sido violada
y que, como consecuencia de ello,
nació la madre de la joven,
quien a su vez quedó embarazada a los 16 años,
se hizo adicta al alcohol y al crack y pasó años en prisión».
La sentencia obligaba a Cyntoia
a cumplir al menos 51 años
antes de ser elegible para la libertad condicional.
Medio siglo y un año más.
Después de 15 años en prisión,
muchas peticiones y un gran escándalo,
el gobernador de Tennessee
ha otorgado clemencia a Cyntoia.
La prensa dijo que gracias a su caso
fueron modificadas leyes del estado de Tennessee.
Ahora se reconoce que no existe
nada parecido a una niña prostituta,
que hoy Brown no sería una condenada sino una víctima,
que tendría otra vida, otros vértigos, otro jamás.
María Zambrano
no escribió solicitudes de clemencia.
Marina Tsvietáieva
no escribió solicitudes de clemencia.
Mary Shelley
no escribió solicitudes de clemencia.
Georgina Silva Jiménez
llevaba el seudónimo de María Carolina Geel.
Asesinó a su amante en el Hotel Crillon
de Santiago de Chile el 14 de abril de 1955.
Tenía 42 años. Era escritora.
Antes había sido mecanógrafa y taquígrafa.
Periódicos de la época señalaron
que se arrojó sobre el hombre muerto,
lo abrazó, lo besó y dijo:
«Era lo que más amaba en la tierra».
Fue condenada a tres años y un día.
Tres años y un día.
En la Correccional del Buen Pastor escribió
su más reconocido libro, Cárcel de mujeres,
Horrendos artículos dicen de ella
cosas horrendas de las que nada sé.
No cumplió la totalidad de su sentencia.
Gabriela Mistral, desde Nueva York,
gestionó un indulto presidencial.
Gabriela Mistral
escribió pues solicitudes de clemencia.
No hay fuga en recordar.
No hay fuga en prescindir.
Para ninguna hubo misericordia.
Para ninguna compasión.
La clemencia es otra cosa,
otra cosa la clemencia.
Rama despedazada,
onda rendida.
Demora años su mueca,
siglos su habla de pantanos.
Nosotras, nosotras otras,
fugitivas en el encierro,
desconsoladas y escritas en el encierro,
¿a quién pedimos clemencia?,
¿a quién piedad?
El año es jaula y sepulcro,
pared y vertedero.
Dragón.
Lo sé
—claro que lo sé—,
nada salva,
nadie salva.
Compasión no es clemencia.
Escribir no surte bondad.