Por Corina Freyre
![]()
¡Amor, en el mundo tú eres un pecado!
César Vallejo
César Vallejo
Ser mujer no es ser vida aunque se sea. Ser mujer es ser objeto, a veces de la vida, a veces de la muerte, del hombre, de los hijos aunque no se tengan. Y ser objeto de la muerte, un instrumento siniestro, es algo que marca como aquellas puertas de los judíos marcadas con sangre pero al revés. Por esta puerta pasó la muerte, entró, arrasó, ultrajó estas entrañas y siguió. Más de una vez. Marcada la puerta otra vez. En esta puerta es la muerte la que marca, mi sangre tiene un precio y un uso: la marca no protege, sólo lleva la cuenta.
De la muerte nadie regresa, ni cuando se muere ni cuando se mata, ni cuando se da, aunque sea sin querer, porque la muerte absorbe y no devuelve. Engulle y no vomita. Y todo es llanto y silencio.
Aunque vengan otras vidas, aunque se de a luz y ese cuerpo cree, sembrar en terreno talado no es igual que en uno virgen. Un cuerpo que da vida después de la muerte no es el mismo. Nadie lo nota. Si no lo cuentas, no ha pasado. Son caras que nadie vio, cuerpos que nadie arrulló, llantos que nadie escuchó, es un grito que se pierde en las paredes de un cuerpo que por siempre será muerte aunque viva porque el eco, el eco sobrevive y se escucha, le salen ojos y está mirando.
Llevar la muerte por dentro es así, sigiloso, solitario, frío y espeso. Espeso como el tiempo que no pasa. Espeso como la sangre coagulada. Es refinada esa muerte que se lleva por dentro mientras el tiempo se detiene en un corazón que no late, con un cuerpo que no crece. Delicada esa muerte que no se ve ni se siente pero existe.
Hay mujeres que sólo son vida. Las hay las que sólo son muerte. Y estamos las que somos ambas. Las posibilidades no son infinitas, sólo son dos y a veces tocan. Y qué miedo.
A veces se empieza con la muerte y hay que atreverse otra vez, este cuerpo tiene que dar vida también, tiene que poder. Y la ha dado. Pudo.
Y sin embargo, qué miedo.
Espeso sigue siendo el recuerdo.
Y de esas muertes no volví.
Tic tac tic tac tic tac pero por dentro es un tiempo que no pasa. El inconsciente es atemporal, como esas muertes que siguen pasando. Un corazón que no late más. Hubo luz pero ya no. Oscuridad hecha gerundio. Queda el vacío de un útero que se negó a soltar. Mi útero no suelta. A mis muertes hubo que sacarlas, que arrancarlas. La muerte estaba ahí, disfrazada de vida, muriendo, matando, siendo. El inconsciente es atemporal y si la muerte tiene casa, ahí es donde debe estar. Tiene que ser. Y ¡maldita sea! Sigue estando aquí: soy yo.