Afuera el mundo arde. Una nueva explosión. Se escucha un alarido que es la suma de todos los gritos, las llamas que se levantan en un tsunami de fuego y lo abrasan todo a su paso, la vida que se reduce a cenizas, el horror que llega para instalarse, un llanto sonámbulo en medio de las ruinas. Sí, es un nuevo desastre. Otro más. Por culpa de la inoperancia, por negligencia, por estupidez, porque así funcionan las cosas en este mundo disfuncional.
Y en medio de ese escenario apocalíptico se levanta un refugio, la flor que abre sus pétalos en medio del fango tóxico. Una trinchera, una burbuja: el campamento vacacional de los hermanos Chang.
“¿Pero qué raza infame de escapistas es ésta que levanta campamentos en medio de la tragedia?” se desgañitan los serviles personeros del régimen quienes, una vez más, escurren el bulto para disimular que son los responsables de haberla desatado. Los mismos que ahora se desgarran las vestiduras como queriendo exorcizar, por medio de un acto físico y a punta de estentóreos lugares comunes, una culpa que necesitan endosarle a otros. De nuevo y como siempre, porque para ellos los responsables de las cosas malas siempre son (tienen que ser) los demás. Y el máximo payaso-trágico, convertido ya en su propio muñeco de cera, insiste que alguna vez le escuchó decir a algún-filósofo-por-allí algo que se le ocurre ahora mismo encaja perfectamente para surfear la situación: “la función debe continuar”.
Y es precisamente por eso que ha abierto sus puertas el Campamento vacacional de los hermanos Chang: porque la función que debe continuar es otra. La infesta de afuera tiene que acabar, derrumbada por su propia incapacidad, víctima de sus propios dientecillos de rata, consumida por sus propias llamas de horror, mezquindad y estulticia.
No, no somos escapistas, aquí simplemente estamos trabajando en una propuesta para precipitar de una buena vez la otra función. La que nos gustaría que continuara y -con suerte y aliados- ayudara a cicatrizar las heridas terribles que ha dejado la anterior.
Bienvenidos a esta obra en permanente construcción donde cabemos todos y se vale de todo. Porque la ficción no es otra cosa que una vacuna y una cura para salvar a la realidad.
Este es el campamento vacacional de los hermanos Chang.
Fedosy Santaella y José Urriola (encargados del campamento y campistas amateur)