Digamos que la Sección Siete es una especie de nube a medio camino entre el cielo y el infierno. Lo que digo es cierto. El purgatorio no existe. Como casi todo en el afterlife, es publicidad engañosa. Existen, sí, la quinta paila, las aureolas y los ángeles, pero de eso no vamos a hablar en este momento. Esto es un asunto serio. Muy serio. De percepción versus realidad. La gente se muere y llega aquí esperando que San Pedro le abra las puertas y piensan que el hombre de barba con batola blanca, chancletas de cuero y un manojo de llaves los va a recibir y no, viejo, aquí nunca hemos visto a ese señor. Tal vez esté en otra sección, pero es raro porque yo llevo dando vueltas buena parte de la eternidad y el tal San Pedro no ha hecho acto de presencia. Y créeme que por aquí ha pasado un gentío famoso cuyos nombres ni números puedo revelar porque nos hacen firmar una cláusula de confidencialidad.
Ajá, hablaba del afterlife (y aun no entiendo por qué aquí lo llaman con esa palabra), hay diferentes secciones que no son ni el cielo ni el infierno. En una le cosen las plumas a las alas de los ángeles, en otra le afilan las púas a los tridentes, en otra le ponen las cuerdas a las liras cuando se les rompen, en otra más empacan la sal y el vinagre para echarle en las heridas a los condenados y, en la mía, manejamos los talonarios de Quejas, Ofensas y Agravios que sirven tanto para los que están en el cielo como para los que mandan al infierno. A los de la Sección Siete se nos conoce como “los malditos”. Allí fuimos a tener los que nunca llegamos a ser nada contundente.
Estar en la Sección Siete es estar sentenciado a perpetuar la burocracia más allá de la muerte. Llene este formulario, un momento que falta el sello, ¿trajo la planilla rosada? Porque sin la planilla rosada no vamos a poder canalizar su solicitud. Espérese que llegó mi hora de descanso. Su ticketno tiene la firma del santo autorizado en su sección, ¿pidió permiso para venir a esta hora? A los del cielo solo los atendemos de diez a diez y media, hora local. Esto no está compulsado y no tiene la apostilla. Apostíllelo primero, pero sepa que va a perder el turno y necesita volver a consignar su petición. Y así será durante toda la eternidad, viejo, por lo que los demás, aparte de odiarnos, nos tratan con lástima y eso hace que la burocracia, convertida en venganza, sea mucho peor.
Te explico. La gente se muere normal. Lo asesinan en un asalto, sufre un infarto fulminante, se cae bañándose o acaba con su vida por deudas de juego. Luego de las primeras cuarenta y ocho horas, que damos de plazo no vaya a ser que se despierte de un coma o algo, se hace el papeleo y pasa a admisiones. Allí la Número Uno lo recibe y hace el check in. Sí, aquí la cosa es por número. Todos perdemos el nombre, lo que hace que muchos se ofendan y apenas entran ya quieran pedir su talonario de Quejas, Ofensas y Agravios. Y es que uno llega aquí con el cuento de que es un individuo, que es un difunto digno que merece respeto y se cree con la potestad de ofenderse por el derecho a la identidad o exigiendo tratos especiales. Aquí no hay nada de eso.
Después de que te recibe la Número Uno, y rogando porque no te hayas muerto con otro mollejero de gente en el descarrilamiento de un tren o en un ataque terrorista, porque si no la cola dura días, te buscan en el libro de vida y te dan un número dependiendo de si te mandan al cielo o al infierno. Y aquí era donde quería llegar. Si has sido buenísimo, sin lugar a dudas vas al cielo directo por toda la eternidad. Si has matado, le has pegado a tu mamá, abandonado a tus hijos o eres ficha del narcotráfico, vas al infierno por un siglo. Sí, solo un siglo que parece eterno, pero no lo es. Lo hacen así para darle cupo a los que vienen porque esta sección tiene mucha demanda y toca hacer espacio para los que llegan. Ahora bien, si por casualidad has sido igual de bueno que malo, si has ayudado a muchas viejitas a cruzar la calle, pero le montas cachos a tu mujer, por ejemplo. O si vas a misa todos los domingos, pero tienes una empresa de apuestas online y juegas con la necesidad de la gente, es decir, si eres inconsistente, tibio, o tus actos se auto anulan, prepárate porque te mandan derechito a la Sección Siete. Exacto. La Sección Siete es una especie de limbo donde estamos condenados a tramitar Quejas, Ofensas y Agravios por toda la eternidad. Y créeme que la gente se ofende, incluso después de muerta, por cualquier cosa. No es broma que somos malditos hasta el infinito, viejo. Esto no se aguanta. Al menos el infierno se acaba, pero la Sección Siete es para quienes, literalmente, quisimos estar en paz con Dios y con el diablo y nos salió muy mal. Nunca pensé que fuera a preferir el infierno.
Por eso te digo, porque ya eres un tipo mayor y no tienes nada que perder, oye consejos. Por el aprecio que te tuve cuando éramos niños, conociendo tu historial vienes de cabeza a la Sección Siete. Ya no puedes deshacer lo que has hecho mal así que al cielo no vas ni por error. Aprovecha que no te has muerto, que te saqué un permiso especial con la Número Uno y te están dando unos días más de prórroga. Asalta un ancianato, maneja borracho y mata a alguien, envenena un pozo donde viven especies protegidas, asegúrate de ser muy hijueputa en estos días para que te manden al infierno, viejo. Tanta ofendedera junta, por los siglos de los siglos, es una maldición que no se la deseo a nadie.