—Disculpe, señor, lo veo ahí, en esa zanja, con los ojos desorbitados, retorciéndose como un gusano al que se le arranca la piel, y no pude evitar escuchar que utilizó el vocablo “mercenaria”…
—¡Es el diablo!
—Se conoce como mercenario (del latín merces, - eris, «pago»), a aquel soldado que lucha o participa en un conflicto bélico por su beneficio económico y personal, normalmente con poca o nula consideración en la ideología, nacionalidad o preferencias políticas con el bando para el que lucha.
—Con su espada me alargó la extensión de la sonrisa, y no importa cuánto llore, siempre la misma maldita expresión de payaso. ¡Yo soy un hombre desdichado! ¡Necesito una cara triste!
—Los mercenarios tenían espadas, pero actualmente son objetos de colección. Pero el punto, mi estimado amigo, es que “mercenario” no es ese diablo del que usted habla. El diablo, según el cristianismo, es un ser sobrenatural maligno, adversario de Dios y tentador de los hombres; en el Nuevo Testamento se identifica a este ser con el Satán hebreo del Libro de Job (1:6-8), con el Diablo del evangelio de Mateo (Mateo 4:8-10), con la Serpiente Original de Génesis (Génesis 3:1-5) y con el Gran Dragón del Apocalipsis (Apocalipsis 12:9), todos como un solo personaje.
—¡Es ella! ¡Es ella! ¡¿Usted la conoce?!
—No... Lo que le pido es más precisión en el empleo de los vocablos. Yo fácilmente podría entender que usted fue a la guerra y luchó contra una mercenaria que terminó siendo el diablo. ¿Eso tiene sentido para usted?
—¡Pero si eso fue exactamente lo que pasó! ¡Me estoy asustando! ¡¿Será que me morí y usted es el ángel de la muerte que interroga y todo lo sabe?!
—No,no,no. Yo soy Nicomedes Moor, hacedor de crucigramas profesional, para servirle. Y precisamente por eso, mi querido amigo, le ayudo a poner en orden sus ideas invitándolo a ser más preciso y exacto en su sentir. Generalmente extrapolamos términos a campos inapropiados y desvirtuamos sus significados. Tome, por ejemplo, la palabra “amable”. Se está utilizando para designar a una persona cortes y de buenos modales. Pero “amable” es un adjetivo que describe a un ser digno de ser amado…
—Ella es una mercenaria amable, un diablo adorable, un infierno acariciable
—¡Hereje iconoclasta, cómo te sacó de esta tormenta semántica!
—¿tienes un meteorito?
—En las verticales