Humberto Valdivieso
"Relax", said the night man,
"We are programmed to receive.
You can check-out any time you like,
But you can never leave! "
Eagles
A veces pensamos en el silencio
y no basta.
Entonces pensamos en lo dicho
y no basta.
Sin resignarnos acudimos a ciertas
claves
apurando los pasos de ida y
de vuelta.
En ellas nos refugiamos.
Las convertimos en las madrigueras
de nuestras indecisiones.
Una vez dentro,
evitamos las palabras que describen
el atardecer,
y afilamos nuestros instintos.
Aullar sobre lo prohibido es un ritual
que aprendimos con otro.
Por eso, en la oscuridad,
cuando nada puede distinguirse,
seguimos olfateando.
En el olor siempre queda lo que no puede dejar de pertenecer.
Cuarenta y cuatro años atrás:
Una bienvenida a media noche, un ángel corriendo a través de un pasillo, un piso que cambia de superficie aleatoriamente, la lengua de una bestia que lame con desespero los pies del ángel, un lugar en el desierto, un beso en la frente, una lucha que seguiría en el 2013, la bendición deseada, la cicatriz, una exegeta que baila con bellos muchachos en el luminoso jardín, cuarenta y cuatro águilas de plata volando tras el ángel, un hombre y su traje de látex fumando en la puerta, un solo de guitarra que hace sangrar los dedos, unos ojos rojos que ya no pueden llorar más.
Cuarenta y cuatro años después:
Carreteras vacías, el abrazo de Léon Bonnat, un poco de sangre que se intercambia en un bosque de brujas, una cadera dislocada en Penuel, un auto que sigue avanzando a través del desierto, los brazos estirados de Gustav Moreau, gente que danza para recordar y olvidar, las alas de Alexander Louis Leloir, una llave antigua, champaña rosada que cae de los labios de la exegeta, la rodilla que golpea el muslo de Eugène Delacroix, una bruja de ojos verdes que lee la mano del indeciso un 24 de diciembre, Israel bendecido, la mano sobre el cuello de Rembrandt, las campanas del destino cuarenta y cuatro años después, “Datta: what have we given?”, voces en el corredor, “Dayadhvam: I have heard the key”, la sombra plateada del ángel, “Damyata: The boat responded”, un solo de guitarra que no se agota, un sermón escondido tras la visión de las doce mujeres que llevan cofia blanca, las alas amarillas de Gauguin, una decisión tomada sin haber dicho la verdad, el bastón sobre el piso de Gustave Doré, una bienvenida a media noche.
Anexo (no tachado del último párrafo): en una esquina de aquella Black Les Paul Custom Guitar (Gibson catalog, circa mid-1950s) podía leerse: “¿Por qué preguntas por mi nombre?”.