José Javier Rojas
Los críticos nunca los tomaron en serio. Pero a decir verdad, tenían razón: eran unos bufones. Tampoco era cosa de que hubieran inventado algo inédito y les tuvieran inquina por su genialidad incomprendida, por su desprecio a los altos vuelos musicales, al imaginario del artista comprometido y generacionalmente pertinente. Lo de ellos era el espectáculo. De hecho, el suyo era el mayor espectáculo sobre la faz de la tierra. Ustedes lo pidieron y aquí está. Señoras y señores, la banda más grande del mundo, ¡Kiss!
Lo dicho, no inventaron nada nuevo. Pero los bufones liderados por los egos de Gene Simmons y Paul Stanley mezclaron las lecciones aprendidas de todos los grandes que los precedieron para destilar la esencia del rock puro y (paradójicamente) sin artificios. Kiss en vivo es la quintaesencia del rock and roll: energía sin límites, una montaña rusa de emociones apuntaladas por olas tras olas de decibelios y pirotecnia que rompen contra la multitud fervorosa de sus seguidores. Otrora Kiss era la banda a la que más temían los detractores del género, esos mismos que se detenían alarmados en lo peor de la leyenda negra de sus excesos de sexo, blasfemias y drogas. Era la pesadilla personificada de abuelitas, confesores opusos y profesores guía: desaforados melenudos enloquecidos con la cara pintada, enfundados en ajustados trajes de cuero empalando lúbricos a sus núbiles hijas mientras manaban sangre y fuego de sus guitarras estentóreas. Marilyn Mason y su empaque es el guayoyo recalentado de un café colado tres veces antes: Alice Cooper, Kiss y finalmente, Mason y todos los demás montados en el tren del guignol rockero reciclado como Slipknot et alia.
Siempre nos entraba la risa la alarma de los mayores con Kiss. Para nosotros era evidente que era parte de su acto alarmarlos, y quizá para los más pueriles de nosotros, en eso radicaba precisamente la mayor parte de su atractivo. Fue en el oeste medio americano wasp, ese vergel de púberes perpetuos donde eso alcanzó su cumbre paroxística y se denominó, muy apropiadamente, Kiss Army. El Éjercito Kiss tuvo una panoplia de productos para consumir y consumar su devoción a granel. Cualquier cosa entre muñecos coleccionables, cómics, loncheras, libros para colorear, dispensadores de caramelos, alcancías y hasta máquinas de pinball estaban al alcance del fanático promedio para replicar y extender la experiencia Kiss más allá de la tarima. Sin embargo, fue en las giras donde el pacto de lealtad entre Kiss y su público se selló para la eternidad.
El disco en vivo como lo conocemos, eso hay que admitirlo, fue un invento de esta banda. Antes, el registro de una presentación era plano, imperfecto, demasiado imperfecto incluso, comparado con el preciosismo de la producción de un álbum de estudio, sobre todo si consideramos las cumbres manieristas del rock en Pet Sounds o en Sgt. Pepper´s, por ejemplo. Con Alive!, su albúm doble en vivo, Kiss logró trasladar por primera vez la emoción del directo al tornamesa familiar, de los gigantescos escenarios multitudinarios a la sala de los hogares de sus fanáticos. No exento de polémica hasta el día de hoy, el recurso que obró el milagro fue un guiño de genialidad. Los aplausos, gritos, aullidos y demás expresiones de júbilo del público fueron aumentados en postproducción, así como solos y momentos claves fueron depurados para ser, si no reales, entonces hiper reales y ser fieles en toda su magnífica mentira a la fantasía que alimentan.
Todo lo anterior hizo de los miembros de la banda parte de la realeza del rock, y aunque si bien sus pares les toleraran más de lo que los aceptaban en realidad, eso les tenía bastante sin cuidado mientras disfrutaban de las prebendas de su estatus como rock stars. Empero, incluso el mejor maquillaje empieza a correrse y las máscaras a agrietarse y a dejar ver los monstruos que se esconden tras ellas. El rock ya no es lo que solía ser y la vejez no es tan digna para los semidioses de antaño. Para ganarse el pan y tener al Bentley bajo techo ya no basta con componer, ensayar y ejecutar para los devotos sino que hay que prostituirse frente a las cámaras y someter hasta a la esposa y los hijos al escrutinio morboso de los horteras reality shows para gustos cachiféricos. Eso, los que tienen suerte y pueden prostituirse de alguna manera para no quedar en la calle.
Ace Frehley, El Hombre del Espacio, la guitarra líder de Kiss, tras dos años sin pagarla, fue embargado la última semana de febrero por el banco que le ejecutó la hipoteca de su casa, además de estar moroso con el fisco estadounidense, como cientos de miles de sus compatriotas sumidos en la recesión que desató la burbuja inmobiliaria. Frehley se suma así a la también larga tradición de artistas del hambre y de grandes caídos en desgracia: mientras más alta sea la plataforma de los zapatos, más dolorosa será la caída. Así es el rock, como diría Alfredo Escalante.
Black diamond
Out on the street for a living
picture's only begun
got you under their thumb
Hit it
Out on the streets for a living
picture's only begun
your day is sorrow and madness
got you under their thumb
Whoo, black diamond
whoo, black diamond
Darkness will fall on the city
it seems to follow you too
and though you don't ask for pity
there's nothin' that you can do, no, no
Whoo, black diamond
whoo, black diamond
Out on the streets for a living
picture's only begun
your day is sorrow and madness
got you under their thumb
Whoo, black diamond, yeah
whoo, black diamond