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Channel: Pandilla Chang de jóvenes narradores
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10 habitaciones de las 200 del hotel Overlook

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Por Carlos Zerpa



Diez habitaciones en las cuales metimos las narices. Eran 200 Habitaciones/Moteles en la onda de Zappa, pero no pudimos visitarlas todas por cuestión de tiempo… y de susto.

En la primera habitación, el lavamanos era de color verde agua y tenía dos llaves, como muchos lavamanos, una para el agua fría y otra para la caliente, pero en este baño, una llave tenía escrita la palabra “HOT” y la otra “RATS”. Encima, en la pared, estaba escrita la palabra Waka/Jawaka, con carbón. Supimos que quién lo habitaba era “El Capitán Corazón de Bistec” y que él, a media noche, junto a sus carnales el Pachuco Cadáver y Willie the Pimp cantaban a capela, a grito herido, no dejando dormir a nadie. “Standin' onna porch of the Lido Motel. Floozies in the lobby love the way I sell: HOT MEAT, HOT RATS, HOT ZITS, HOT CHEST, HOT RITZ, HOT ROOTS, HOT SOOTS.” ¿HOT OVERLOOK?

La segunda habitación, tenía todo el piso lleno de sandías abiertas, tomates aplastados y zanahorias desparramadas, todo de un rojo impresionante. Los Mothers vestidos de señoras nos invitaban a entrar gentilmente, también aparecieron por la puerta de la recámara monstruos, momias, vampiros, engendros del mal y Jimi Hendrix abrazando y sosteniendo una imagen de una niña. A su lado, estaba Gail Zappa con un traje de gala azul eléctrico y una piel de armiño de las nieves; estaba embarazada, se le vía la barrigota y adentro estaba su hija Moon Unit, lisa para nacer.Nosferatu, Nostradamus y otros seres bizarros se asomaban, en medio de un paisaje tenebroso, de tormentas eléctricas, que se divisaba por la ventana principal. Había una figura 3D con el vientre abierto cual cesárea de la cual salía una muñequita y otra figura, horrible, de Zappa con cabellos y bigotes verdaderos y en donde uno de sus brazos fue sustituido por la pata torneada de una mesa. En el piso había dos cajas con latas de Draft Beer Sun, una parejita que danzaba, un pequeño robot de juguete, un árbol de navidad con bolitas y luces que se prendían y apagaban, y un busto en mármol de Beethoven. Cuando le preguntamos a los huéspedes del lugar (vestidos de señoras) de qué se trataba todo aquello, ellos respondieron: “We're Only In It For The Money”.

En la tercera habitación, justo al entrar, en una sala toda pintada de amarillo Nápoles, nos encontramos con un gran sofá de cuero rojo, majestuoso. Ese sofá rojo que prácticamente volaba, iba acompañado en una insólita galaxia de planetas, estrellas y asteroides. Sobre el muro había una leyenda escrita con una tipografía casi gótica, que nos alertaba: “Diván, diván… Wisst du wer ich bin”. Una mano izquierda refinada, con el dedo meñique alzado, pintaba una nebulosa con un pincel lengua de gato; otra mano sostenía o colocaba en el firmamento una luna que estaba en cuarto creciente; otra mano, con el dedo índice, hacía girar rápidamente, cual zaranda, a un planeta, que me recordó a Saturno con su anillo; otra mano gigantesca, en un primerísimo primer plano, con un pequeño tatuaje de una cruz radiante, había una cruz con tres líneas que representaban al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo: era la cruz llamada Pachuco Cross. Esa mano que sostenía un Habano Partagás, humeante, que hacía ver que era la diestra del mismísimo creador. “One Size Fits All”, o lo que es lo mismo para nosotros, como un “Talla Única”. Nada que ver este SOFÁ con el de los Simpson o más bien todo que ver con el genial Matt Groening y con Zappa, porque sabemos que Matt afirmaba que: “Frank es mi Elvis”. En la pared de la derecha está colgado un Yellow Shark realizado en madera tallada, suerte de tiburón amarillo, que en realidad es un pez espada yellow, con una mancha roja, de sangre en la boca. Supimos que el propietario del hotel estaba enfadado pues las toallas, misteriosamente, pasaban de esta habitación directo a las maletas de los músicos. Levemente pudimos escuchar en el baño el sonido de un viejo rock'n'roll. ¿Sería, Johnny “Guitar” Watson?

En la cuarta habitación nos percatamos que, sobre la mesa, estaba dispuesto un banquete. Sobre el mantel tenían ya dispuestas las servilletas de tela, de color negro, y vimos que el plato principal del menú era “Tuna Sándwiches”. Otras comidas engalanaban la mesa: panquecas de la “Electric Aunt Jemima”, ricas salchichas, “Iron Sausage”, muchos muffins, puré de “Potato-headed Bobby” y pescados de “Thing Fish”. Junto a la mesa, estaba la espectacular “Suzy Creamcheese” diciendo muy coqueta “Are You Hung Up”?, mientras se limpiaba su delicada boquita con una Black Napkin. Escuchamos una melodía, que salía debajo de la cama, no sé si de un xilófono, de una marimba o de un vibráfono. ¿Sería Ruth Underwood quien la tocaba?

En la quinta habitación nos abrió la puerta un enano muy parecido a Ringo Starr, de los Beatles, pero con bigote y perilla a lo FZ. ¿Era Ringo Starr o era Zappa? Luego The Mothers comenzaron a tocar "Mystery Roach Motel".Al encender todas las luces, cual si fuese un set de filmación, entendimos de qué se trataba. Una jirafa de peluche perforada con una manguera y un difusor industrial de nata batida se encendió y reventó su culo. George Duke se acercó detrás de ella y apretó un botón y de inmediato teníamos esa cosa, cagando nata batida por todo el cuarto. Nos dimos cuenta de que ellos estaban continuando las olvidadas tradiciones de las experiencias Dadá del gran Tristan Tzara. “Cuanto más absurdo, más nos gusta”. Entonces llegó Keith Moon, de The Who, vestido de monja tocando un arpa, esto parecía una escena de un cuadro de El Bosco.

En la sexta habitación abrió la puerta un científico loco, de lentes de aumento gruesos, cual lupas, quien se movió en medio de gramófonos, herramientas, carátulas de discos de vinilo (vi la de Uncle Meat), libros, revistas, frascos repletos de tuercas, cajas llenas de mil cachivaches. En unos de los gramófonos sonaba un vinilo negro con aquello de “Where did they go when did they come from”. Al fondo había estantes donde también había un papiro con jeroglíficos egipcios, un libro de cocina etrusca, un mapa vial de la Esso de la ciudad de Delaware, un dibujo-diagrama de una ametralladora que, en vez de tener cañón tenía una pierna de muñequita de plástico que sólo servía cual vibrador para masturbar jirafas, je, je, je. Justo en esa biblioteca había una maceta hecha de una vieja lata, en cuya tierra abonada crecía una planta de hojas alargadas, que en lugar de frutos daba ojos, según nos informaba Cal Schenkel, era una “Ecu dama puckered rictus”. Eran seis ojos que miraban en todas direcciones, ojos como pelotas de ping pong con sus iris de color azul. Miro que me miran.

En la séptima habitación había tres vacas, más bien parecía un establo. Todas sus paredes estaban recubiertas de cuero, de “Leather” y el piso lleno de heno. Una de ellas era la vaca parlanchina con la que salieron Zappa y Davy Jones en la película de los Monkees. La otra vaca tenía una mancha en forma del mapa de Italia en un costado y la tercera era la de Atom Heart Mother, de Pink Floyd. Al fondo se escuchaba un sonido aterrador que no era el conocido mugido de las vacas. Al asomarnos nos dimos cuenta de que era el rinoceronte Rihno de FOO-EEE, con su pinza de ropa en la nariz. El huésped del lugar apareció con una mopa de limpieza y con la cara pintada de betún negro. Nos aclaró que ese lugar no era un establo, sino una habitación, un garaje, el JOE'S GARAGE ROOM.

La octava habitación parecía un iglú. Las paredes estaban hechas con bloques de hielo y el piso con una gruesa capa de hielo molido. De verdad hacía frío adentro, era un congelador, una cava. Al entrar nos ofrecieron raspados de hielo color amarillo, “Shave ice”, “Hawaiian shave ice”, conos con nieve amarilla. Paseándose por el lugar había un insolente huskie-weewee, también un  pingüino en bondage, un pingüino de plástico que como una bala atravesó un aro de fuego, y una  foquita baby-seal que nos dijo al oído: “Watch out where the huskies go, and don't you eat that yellow snow”. Dentro del armario se escuchaba un sonido sobrenatural. En vedad teníamos temor de que se abriera el closet y que apareciera el yeti, el abominable hombre de las nieves. Aunque en realidad ese monstruo me simpatiza.

La novena habitación tenía en medio de la sala un piano de cola, color negro. De ser blanco el piano, pensaríamos que era el de Lennon, listo para tocar y cantar “Imagine”, pero no: este era negro. No era el piano con burros putrefactos, ese piano-sueño de Un chien andalou de Buñuel. Vimos también con sorpresa como por la ventana se asomaba el gorila King Kong, mientras un violinista muy parecido a Jean-Luc Ponty aparecía tocando mientras el gran simio sonreía. Los músicos con caras de perros de Ruben & The Jets hacían aparición junto con un enorme perro poodle teñido de rosado, “Evelyn, A Modified Dog”. Evelin, sí, ese perro que no era un perro sino más bien un puercoespín hembra. De pronto, el anfitrión comenzó a afeitarse la barba con una comadreja/afeitadora, de las de “Weasels Ripped My Flesh”, mientras una calabaza nos decía Arf, Arf. Tan sólo faltaba que el piso estuviese todo recubierto de corn flakes y nosotros sitting on a cornflake, waiting for the van to come. Pero esto solamente se daría (como ya dijimos) si el piano fuese blanco y quienes cantasen fuesenLennon o Ringo, con aquello de “I am the walrus”. Coño, nada que ver con Yoko.

La décima habitación (última en esta visita dominguera) fue toda una caja de sorpresas. Al entrar Ike Willis no paraba de decir "Hi-Yo Silver" y nos recibía con ese grito. En la pared principal pudimos ver un letrero pintado con un tizón que decía: “Who Are The Brain Police?”. (Gracias a Dios no era de color rojo, y que no decía, REDRUM ni Helter Skelter). Las niñas gemelas, vestidas de azul celeste y con delantales blancos, nos abrieron la puerta y nos hablaron en alemán, pero al ver que no le entendimos nada, nos aclararon que el alemán era un idioma importante, porque era el que utilizaba Dios para hacer negocios. Su padre, el gerente, era una especie de gurú con una bola de cristal, quien, al vernos, pretendió vendernos su “Cosmik Debris”. The mystery man lo intentó, pero con energía le dije, don't waste your time on me. Nos dimos cuenta de que ese lugar estaba recubierto todo, completamente todo, muebles, paredes y objetos, de plastilina. Al ver con detenimiento al gurú nos dimos cuenta de que era Bruce Bickford. Repentinamente se abrió la puerta y apareció un hombre con un sombrero de cow boy, enloquecido, gritando: “¡¡¡Hola, chicos y chicas, soy Jimmy Carl Black, soy el indio del grupo!!!”

En un abrir y cerrar de ojos se hizo de noche. Nos moríamos de las ganas de ir al bar del hotel, a tomar un par de shots de burbon con Jack Torrance. Pero ya era muy tarde y teníamos que regresar a nuestra casa antes de que comenzara la gran nevada. Gracias a Dios que Zappa nos había garantizado que visitar estas 10 habitaciones, de las 200 del Hotel Overlook, NO provocaría nuestra condenación eterna  en aquel lugar regentado por un tipo con Cuernos y Tridente. COÑO, PERO CASI.





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